-¿Quieres
que pase la noche contigo?
-Tú decides
-Te lo estoy
diciendo…
-No, ha
sonado más a una pregunta.
-Quiero
quedarme- el silencio se hace patente.
- Vete, es
lo que deseas.
-No te
comportes como una niña mimada.
-¿Una niña?
-Perdóname.
- Vete ya-
le grito ofuscada por su comentario.
Escucho sus
pasos indicándome su trayectoria hacia la puerta, dejándome sola con mis
pensamientos, se abre la puerta, da un paso más y la puerta se cierra. Se ha ido, un escalofrió
recorre mi cuerpo, no sé si volverá o no lo hará de nuevo.
Me dirijo
hacia la ventana y miro a través de la cortina ansiosa esperando su salida, mi
respiración se acelera, un minuto, dos minutos, tres….mi esperanza cae en
picado, se ha ido. Cierro mis ojos intentando contener mis lágrimas.
La suave
caricia de una mano recorre mi cintura, me estremezco, mi cuello es recorrido
con delicadeza deslizándolo sobre mí hombro, me dejo llevar hasta sentir el
calor de su pecho contra mi cuerpo, su boca mordisquea impaciente mi cuello,
sin poder evitarlo, siento mi cuerpo en llamas.
-No te has
ido.
- Te deseo,
te lo he dicho y quiero que lo compruebes.
Su
voz me derrite, comienza a besarme apasionadamente, sus manos recorren mis
hombros despojándome del mismo picardías que momentos antes lo despedía.
Mis
miedos desaparecen con el tacto de su mano recorriendo mi cuerpo, suspiro de
placer al sentirlo jugar con mi clítoris, sus movimientos precisos sobre mi
vulva me hacen enloquecer, le gusta mi lencería y decide dejármela.
Mi
pudor desaparece deslizando mi mano sobre su vaquero, lo disfruto como amante
siendo suya, escondidos en la sombra, me desea al mismo nivel que lo deseo. Olvido
mis pensamientos, mi coraje, y cualquier otra cosa, cuando comienza a poseerme
a tirar mis barreras con un solo beso.
Me
tiene a su merced, y es que nadie puede resistirse, o al menos yo no puedo, no
quiero, quiero que me ame, aunque sea solo un momento, aunque sea solo ese
instante, aunque sea solo en la cama, quiero que sea solo para mí, aunque solo sea
en un sueño húmedo.
Le
quito la chaqueta, la camisa, botón a botón volviendo a disfrutarlo y el
cinturón, en este momento, la que juega soy yo. Él se deshace de los zapatos y
me arroja en la cama, yo trepo provocándolo, abriéndome de piernas para él,
tocando mis pechos, indicándole que él puede hacerlo también.
Me
observa, y me encanta que lo haga, me siento plena, me encanta que mire como
toco mi cuerpo, como me ofrezco y me abro lo más que puedo para que él
introduzca su miembro dentro de mí, su lengua recorre sus los labios, intuyo
que saboreándolo y le invito a probarlo, introduciendo mi dedo en la boca, él
se contiene, pero sé que me desea, sé que quiere poseerme entera.
Sus
dedos se encargan de lubricarme, se preocupa porque no me duela, no sabe el
placer que eso me provoca, intenta una, dos, y en la tercera, me introduce el
pene por completo, hasta adentro, estoy deseosa, y lo espero.
Caemos
en la cama, abrazados, mientras me besa en los ojos, la nariz y la boca, le
acaricio el cabello, ya con canas, muy escasas, pero evidentes, y no puedo creer
que lo tenga aquí.
–Te
deseo. –susurro, obteniendo silencio. Y ante tan evidente respuesta, mi corazón
se quiebra en mil pedazos, lo disfrutaré hasta que me canse.
Me
subo en él ofreciéndole cada uno de mis senos, mientras traviesamente él
juguetea con mis orificios, me penetra con los dedos, el ano y la vagina, dedicándome
deliciosos orgasmos.
Me
toca los pechos, los amasa, los aprieta con rudeza, lame mis pezones, los
excita, los retuerce despacito, provocándome un delicioso placer en las
entrañas, y ahí está de nuevo gimiendo.
Yo
se lo concedo todo, se lo entrego todo. La habitación huele a sexo, a saliva y
sudor, y aún seguimos entregándonos al placer, hasta caer rendidos.
Tira
de mi cabello obligándome a bajar y saborear su pene, sus testículos, es mío,
todo mío, ese suculento manjar, cuando lo introduzco en mi boca, está salado,
húmedo, sabe y huele a él, su semen me fascina, dispuesta a provocar su placer
en mi boca, me esmero en hacerle el oral de su vida, introduciendo su pene lo
más que puedo, hasta tocar mi campanilla, es delicioso tener la boca llena, y
jugar con mi lengua, enroscarla alrededor, chuparle, besarle, masturbarle,
escucharlo gemir, viendo lo que esta “niña” puede hacerle, no tardo mucho,
cuando lo siento contraerse, ya viene, está a punto y de repente un chorro
espeso me golpea en la lengua, sale con fuerza, es salado, calientito, es mi
premio.
Él
limpia los restos que quedan en la comisura de mis labios, con el dedo, los chupa,
sonrió traviesamente, satisfecha con mi triunfo y nos abrazamos fuertemente,
cayendo rendidos por el cansancio.
Su piel caliente, sus fuertes brazos,
esos besos que me quitan el aliento, la fuerza de su sexo y como mi corazón siente
ese vuelco cada vez que lo escucho gemir.
Muchas veces le he dado placer a mi
cuerpo, pocas veces placer a mi alma, pero con él, el placer es completo, al
cuerpo y al alma... Y es que cuando se complementan ambas cosas, todo se vuelve
indescriptible, una caricia es vital, un beso la vida.
Al abrir los ojos lo miro junto a mí, tan fuerte, tan
mío, que aunque no me lo diga, sé que me desea, aunque hoy se ira, dejándome
sola, no sé por cuantos días, me ha hecho feliz, el resto de la semana.
Las sábanas tienen su aroma, mi cuerpo
arde de pasión, dónde lo besaste...
Enmanuell L 23 de Febrero de 2016