Había planeado el viaje con meses de antelación, el agobiante calor de mi tierra me incitaba a
ello.
Siempre quise recorrer el norte del país y era la
oportunidad perfecta para hacerlo relajadamente.
Mi hermana hizo el viaje al aeropuerto mucho más ameno con
todas sus precauciones, yo como siempre, asentía sin contrariarla.
Su mirada al cruzar control policial volvió a sentenciarme,
la cual me hizo reír a carcajadas frente a los atónitos guardias de seguridad.
Durante el viaje disfrutaba de un whisky con hielo perdiendo mi mirada en las nubes que atravesaba
la velocidad del avión.
El control aduanero fue muy exhaustivo de lo normal haciendo que abriera mi maleta, justo en la
cinta paralela, un chico de mediana edad sonreía mirándome ante mi nerviosismo.
Tan sereno, tranquilo y sonriéndome, mi enfado
aumentaba por momentos, tras volver a
organizar mi maleta encauzo mis pasos al exterior del aeropuerto, busco un taxi
que me lleve al hotel y poder darme una ducha.
Tras varios intentos fallidos un sonriente taxista aparca
junto a mí, suspiro pensándome ya en la ducha que me daré en el hotel. Con premura baja de su coche y se dirige hacia
mi, mi sorpresa incrementa al ver al chico que me sonreía saludándolo. Se
dispone a guardar su maleta y yo protesto, es mi turno y me quedo en tierra.
Con una mirada desafiante me sonríe invitándome a
compartirlo, a sido un día tan agobiante que cedo a su invitación,
compartiremos taxi.
Las preguntas de rigor surgen sin pretenderlo, el chico
vuelve de un viaje de trabajo directo de Noruega, su sonrisa me atrae, es un
sin querer llamar mi atención.
Prudentemente pide mi permiso, ha de visitar su oficina
antes de volver a casa, accedo, al fin y al cabo mi viaje es de placer y no
tengo plazos establecidos.
Me invita a acompañarlo haciendo mi espera más amena, el
edificio es uno de los lugares que me propuse visitar dentro de mi recorrido
por su arquitectura.
Se despide de su amigo taxista citándolo una hora después,
él dejara mi maleta en el hotel.
Accedemos al edificio, un poco desierto al ser sábado, la
gran entrada registra el eco de mis zapatos, de camino al ascensor, me explica
cada detalle, mi atención se centra en sus labios, sensuales, seguros,
provocadores.
El ascensor avisa de su llegada, sus paredes transparentes
dejan deslumbrar el edificio, mis
piernas comienzan a sentir un leve vértigo, el chico se percata acercándose a mí,
me siento pequeña ante su aroma corporal, su seductora voz me asegura que todo irá
bien, respiro ante su cercanía mordiendo
mi labio superior, me sonríe, su mano recorre mi cintura…….
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