Un amante inesperado
Son algo más de las doce
de la noche, la casa de montaña que tenemos en Zaragoza es mi refugio tras la
última discusión. He salido sin apenas nada, solo quería estar sola. Los
grandes ventanales de la casa dejan que vea la gran arbolada que la rodea, las
lágrimas son mi única vía de escape, tras fumar un cigarrillo y tomar una copa el
calor de la piscina climatizada parece
llamarme y acudo a ella.
El agua esta templada,
nadar bajo el agua hace que mi cuerpo y mi mente descansen, siempre me gusto dejar
mi cuerpo desnudo, el agua meciendo cada uno de mis movimientos me
tranquilizan. En uno de los extremos fumo el último cigarrillo de la cajetilla.
Salgo de la piscina, solo un albornoz me cubre, vuelvo al ventanal, a lo lejos
se divisa una gasolinera que aún mantiene las luces encendidas son las dos de
la mañana, miro mi cajetilla vacía y decido ir a comprar y al mismo tiempo
repostar.
Subo a mi habitación sin saber
que ponerme, un pantalón corto de lino blanco y una camisa sin mangas del mismo
tejido son los elegidos, el baño en la piscina a dejado mi piel suave y
me siento revitalizada, unas mallorquinas
blancas cubren mis pies.
EL camino hasta la
gasolinera lo hago disfrutando una de mis canciones favoritas, el olor del
monte me parece el mejor de los perfumes. Al llegar mi gozo en un pozo, es una
gasolinera autoservicio siempre me han servido y no sé de qué forma debo
abastecer mi coche. El olor a gasolina no me agrada, busco sin tener suerte al empleado,
de vuelta al surtidor miro todas las mangueras sin saber cuál debo usar. El ruido de un motor al acercarse me distrae, un chico moreno aparca al lado
opuesto del surtidor, al bajarse me mira y me sonríe antes de dirigirse, con
tarjeta en mano, a surtir su coche de combustible.
Observo cada uno de sus
movimientos, sus ojos no dejan de mirarme, su sonrisa provoca en mí una sensación olvidada, su sonrisa me atrae. Acaba
de repostar entrando después en su coche, yo intento emular sus pasos, saco mi
tarjeta dorada debo llenar el tanque para no volver, una vez de vuelta en el
surtidor el chico sigue allí, sigue cada uno de mis pasos, siento su mirada sobre
mi cuerpo y mi estado de nervios se apodera de mí.
Maldigo mi suerte, una
puerta se abre y escucho tras de mí una voz sedosa, tranquila y paciente explicándome
el procedimiento, una sonrisa aparece en mi rostro. Mi mano se dispone a
repostar cuando noto su mano guiándome, un escalofrió recorre mi cuerpo, dejo que sea
su mano quien termine el repostaje, me giro y quedo frente a el miro sus labios dejando que sean mis ojos los que dibujen su
perfil. Él se acerca a mí al dejar la manguera en su lugar, noto el aroma de su
piel invadiéndome se acerca sin articular palabra, mirándome sin compasión, su
mano pasa a ser parte de mi cabello haciendo que mi boca se acerque a la suya.
Un beso, ese beso apasionado que me deja a su merced. Me invita a subir a su
coche, cinco minutos después estamos en medio de una arboleda cercana, sale del
coche dirigiéndose a mi puerta, me tiende una mano invitándome a salir, deseo
seguirle el juego, sobre el capo aún caliente mi cuerpo experimenta sensaciones
únicas dejando que el deseo sea mi
aliado bajo las estrellas.
Orgasmos continuados dejan
mi cuerpo extasiado, mi amante furtivo
parece conocer cada uno de mis puntos erógenos haciendo que mi respiración sea
entrecortada.
Cuatro horas después la
piscina es cómplice de mi secreto.
Enmanuelle tres de septiembre
de 2013
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