José era un chico de cuarenta y pocos años, el único chico
que frente a la terraza del local miraba el mar. Sentí curiosidad y decidí
acercarme dando un paseo.
En sus ojos se reflejaba el cálido color azul que desprendían
las olas al romper. La charla fue muy amena, cortésmente se presento invitándome
a una copa de vino.
Escucharlo era sentir sus mismas inquietudes. Las siguientes
dos horas pasaron sin advertirlo, dando lugar a una próxima cita en su yate.
Dos meses después, un mensaje en mi móvil me recuerda la
cita con José, pasaría unos días en Marbella y le gustaría verme. No daba crédito,
releí una y otra vez sus palabras dudando de mi misma ¿me atrevería a acudir a
la cita?
No debí de pensarlo mucho puesto que esa misma tarde me dirigí
a Marbella. Quedamos bajo las grandes letras que daban la bienvenida a los
turistas, ya que era la primera vez que la visitaba.
Nos dirigimos al puerto deportivo donde tenía el amarre de
su velero, tendió su mano invitándome a subir. Él sonreía al ver mi cara.
Paseamos de popa a proa, me parecía irreal encontrarme en
aquel lugar. Por un momento dejo de estar a mi lado, el chapoteo del cabo al
caer al agua llamo mi atención, nos adentremos en el mar sin decir palabra,
solo disfrutaba del atardecer que me envolvía.
Llegado el momento el velero se detuvo, su mano se deslizo por
mi cintura y con una sonrisa me invito a conocer el interior del barco. Todas las estancias decoradas de una forma
muy coqueta a la para que varonil, detalles de su tierra sobresalían.
Recorrimos cada uno de los camarotes,siendo el suyo el
último en visitar.
Una vez dentro del camarote, la cercanía entre ambos era
menor, su mano acaricio mi cuello recorriendo mi barbilla sin dejar de mirar
mis ojos, sus dedos acariciaban con
suma delicadeza mi cuello erizando mi
piel. El balanceo de las olas nos hizo caer en la cama, sus labios atraparon mis labios
dulcemente, sus besos apasionados cargados de ternura hacían de mi la más fiel
de sus enamoradas. Un simple giro de mi cuerpo dejo mi espalda a su merced.
Bajo la cremallera de mi vestido acariciando con mimo mi vientre, sus dedos
juguetones se introdujeron en mi tanga buscando excitarme más si era posible,
mis gemidos fueron atrapados por su voraz boca sin dejarme aliento, jugaba con
mi cuerpo dejándolo caer sobre la gran cama, quede a su merced, sus lentos
movimientos me hacían desearlo cada vez más. Sus labios jugando por mi
canalillo llegaron a mis pechos, rozando mis pezones sin quitar mi sujetador,
sus dedos presionaban mis pechos sin piedad dibujando el camino de su lengua, calor, mucha calor
sobre mi clítoris, su aliento al abrir las puertas de mi deseo me quemaba, lo
deseaba de una forma incontrolada, sonrío al comprobar el movimiento de mis
caderas pidiendo el placer que me concedía.
Apoyado sobre sus rodillas me tendió la mano, su juego
acababa de empezar, deslizo su mano por mi cintura acercando mi ardiente cuerpo
a su verga, sus labios me mantenían prisionera, me dejo caer lentamente sobre
su pene introduciéndolo como un puñal incandescente. El increíble orgasmo no tardó
en llegar, mi cuerpo pedía más, aceleraba mis movimientos vanamente ante sus
manos que con firmeza me pedían calma. Jugué
a su juego y me deje llevar, con cada orgasmo mi deseo hacia el crecía mas.
Dejó mi cuerpo caer nuevamente sobre la fría sábana de seda,
dedicó sus dedos exclusivamente a darme placer, instintivamente mi mano acaricio
su verga dejándome por un momento
disfrutar de él, saboree con mis labios el rojo y palpitante glande saciándome
de sus embestidas cargadas de semen.
Me derrumbe temblorosa, su lengua comenzó a recorrer mi espalda
sin darme tregua dilatando mi ano, era su próximo destino y no pensaba ceder.
Un cosquilleo hizo que mi espalda se arqueara, la mezcla de
placer y dolor me recorría, despacio su
verga abría el estrecho canal que estaba decidido a probar.
Sus dientes sobre mi cuello desviaban mi atención, de un
seco golpe comenzó a acelerar el ritmo de su cuerpo, un extraño placer me
invadía, quería más, deseaba más, de repente me vi siendo yo la que buscaba
cada una de sus embestidas, los gemidos de ambos eran cada vez más acelerados
hasta sentir el ardiente semen sobre mi espalda.
Sin respiro, sin pausa, sus manos masajearon mis pechos, fui yo quien se abalanzó sobre él dejando sus
manos a mi voluntad, deje que su boca jugara con mis pechos, me deslice sobre
su cuerpo sintiendo su miembro nuevamente entrar en mí. Los orgasmos se
repetían sin cesar, la respiración
comenzaba a faltarme y aun así continuaba deseándolo. Tenerlo bajo mi poder me excitaba, mis brazos
lo rodearon con el ánimo de calmar su
sed, cosa que no conseguí. Sus dedos reemplazaron su pene, mis ahogados gemidos
me dejaban sin aliento, el movimiento circular sobre mi clítoris me mantenía
encendida.
Mordió mi labio inferior sin dejar de mirarme, sus brazos
rodearon mi cintura clavándose en mí, los orgasmo fueron simultáneos, nuestros
cuerpos agotados cayeron sobre la cama.
Dos horas después desperté sola en el camarote, José
sonriente admiraba el mar, me brindo una copa de vino, el atardecer nos
acompañaría una noche más.
Enmanuell L 5 de Diciembre de 2015
Un sugerente relato, hay una cosa que me hubiese gustado saber... vino, blanco, tinto o rosado, lo demas idilico, a si... estoy pensando comprar un yate, pequeñito por supuesto, eso si eñ vino lo pones tu.
ResponderEliminarUn placer leerte.
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