La vuelta a mi casa fue relativamente tranquila, en parte,
habíamos saciado el deseo que nos invadía.
La puerta del aparcamiento volvió a marcar el camino de sus
dedos sobre mi pierna.
Al aparcar, la
oscuridad que nos envolvía desato nuevamente el juego entre nuestros labios, la
lucha entre ambos acababa de empezar.
Furtivamente recorrimos el poco espacio que nos separaba del
ascensor, un espacio reducido donde su cuerpo y mi cuerpo ardían nuevamente,
mis dedos desabrocharon dos de los botones que cubrían mi pecho, invitando a mi
acompañante a jugar.
Una fugaz mirada al abrirse la puerta para comprobar la
soledad del rellano, nuestros pasos acelerados alcanzaron la puerta de entrada,
una vez dentro, la liberación que sentimos nos hizo cómplices.
Él conocía bien la estancia, se dirigió a la cocina dejando
sobre la mesa el vino elegido para la cena, yo me dirigí al dormitorio, la
agresividad de nuestro encuentro en el polígono había destrozado una de mis
medias, el calor de su aliento sobre mi cuerpo y su voz entrecortada me hizo
temblar, roce con mis dedos su cara, su cuello, sus dedos recorrieron mis
labios introduciéndolos en mi boca, donde gustosamente, acaricie con mi lengua
al tiempo que desabrochaba su camisa.
Disfrute
del tacto de su piel durante cinco minutos, siendo consciente del tiempo que
llevaba la cena en el horno.
-¿Te apetece una copa de vino?- su afirmación relajo el
momento, descorché un vino blanco semidulce destinado al aperitivo.
Con una copa en cada mano me dirigí nuevamente al amplio
salón, ataviada solamente con mi picardías. Él, relajado descansaba sobre el
sofá, leyendo los últimos mensajes de su atareada agenda.
Deslizándome sobre sus piernas le ofrecí la copa, aceptó el
sorbo de vino que le ofrecí de mis labios, su mano recorrió mi espalda acercándome
a él. Bajo el tanga su glande buscaba mi
calor. Su mano se abalanzo sobre uno de mis pechos, llevándolo a su boca.
Las copas de vino sobraban en nuestro juego, me deje caer
sobre sus piernas quedando frente a él arrodillada, acaricié con la yema de mis
dedos sus piernas atrapando su ropa interior a mi paso, su mirada y mi mirada
desencadenaba el morbo que ambos deseábamos.
Volví nuevamente sobre mis pasos, esta vez con mi lengua,
dejando marcado en su piel el deseo que me invadía.
Su temblor era patente, mis labios lo excitaban, mi lengua
le quemaba y yo disfrutaba cada momento, con un leve movimiento mi húmeda
lengua acaricio sus testículos, su pene incremento su tamaño con el calor de mi
boca, lo recorrí lentamente con dulzura.
Bese su húmedo glande
deseoso de mis labios, jugué con él, acaricie su pene con mi tímida lengua, mis
ojos quedaron huérfanos de su mirada, el suspiro de su boca me invitaba a
continuar….
Enmanuell L 14 de Diciembre de 2015
Una historia sumamente erótica,con tintes de pasión desenfrenada. Lo que me deja muy claro es que siempre hay un roto para un descosido. Hasta la próxima historia, la esperare con gusto...
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