Las siete de la tarde, no encuentro las llaves de casa en mi
bolso para abrir la puerta. Al fin, en medio de tanto lío, mi respiración
comienza a agitarse. Tras cinco minutos interminables, sonrío al encontrarlas,
y abro la puerta.
El largo pasillo, es testigo, de como una a una, voy
despojando mi cuerpo de tan ajetreado día. La ducha es un balsámico que
consigue relajarme, apoyada en el umbral de la ventana, comienzo a recordar
sueños olvidados.
Años atrás, la ilusión de mi día a día, era recorrer, en una
auto caravana de lado a lado, este
maravilloso país. Demasiados pequeños detalles, han ido dejando a un lado mi
sueño tan preciado.
La noche es agitada, el recuerdo de mi amor no correspondido
no me deja descansar.
Las cinco de la madrugada. Por mi cabeza me ronda la idea de
cumplir mi sueño. Al otro lado de la línea, la chica encargada de alquilarme la
auto caravana, no parece muy complacida.
Nunca he sido muy lanzada, pero ahora la monotonía, ahoga mi
luz y no puedo ni quiero pensarlo.
La suave brisa del sur, agradece mi decisión, conduciré
bordeando la costa, conoceré gente sencilla, reiré por pequeñas cosas, dedicaré
y aprenderé momentos de mi vida conociéndome a mí misma
En el último tramo de mi viaje por España, decido
incorporarme a la autopista. La música suena de forma escandalosa, me siento
feliz y acompaño cada uno de los acordes que la emisora me regala.
Por el
espejo retrovisor, el reflejo de un gran camión me sobrecoge. Pasa tan cerca de
mí, que solo me da tiempo a ver el color blanco de la cabina, y el rojo de su lona,
adelantándome velozmente, haciéndome parar en el arcén.
Cinco kilómetros para la Junquera, aun con el susto por lo
sucedido, mi estómago ruge, demasiados
días comiendo solo bollería. Los menús de los restaurantes provocan que hoy
decida, saltar mi propuesto en un bufet libre. Al bajar, mi mirada se detiene
en un vehículo que reconozco.
No dejaré que mi mal humor, amargue mi noche.
Tras asearme, recojo mi pelo en una coleta, y con paso decidido, me dirijo al
bufet.
Carne, pescado, pasta, dulce, salado…
Mi plato rebosa tan suculenta delicia. En una mesa cercana,
un chico me sonríe ofreciéndome un sitio. Los dos parecemos cansados y
hambrientos, un breve gracias da paso al disfrute de nuestros platos. La mousse
de limón, es mi postre favorito. Siento que alguien me mira. El chico que está
sentado a mi lado, me sonríe. Se gira, y tras observarme me sonroja.
Pasamos dos largas horas intercambiando impresiones. Él ríe
con mi locura, y yo con su
imaginación.
El último sorbo de café, nos despedimos con una sonrisa, sigo su caminar hacia la
salida con la mirada. Es un chico interesante, alto, fuerte, con una poco de
entradas, gafas y con una sonrisa ...
El cielo está nublado a
la salida del restaurante, el frío que recorren las calles me estremece.
Mi caravana está situada en una de las zonas más oscuras del aparcamiento, casi
oculta por los camiones. Al acercarme a
ella, me percato del camión que casi me expulsa de la calzada.
Es el momento de dejarle las cosas claras, la sonrisa que he
descubierto al hacerme salir de la autopista, ha descontrolado mi nerviosismo.
Me acerco a la alta cabina, toco la puerta con bastante decisión,
las cortinillas están cerradas, no sé si se encuentra dentro de la cabina o
simplemente pasa de mí, con el paso del tiempo mis nervios dejan de estar
templados.
La cabina se bambolea con delicadeza, la cortinilla comienza
a deslizarse, mi respiración es serena, se lo que le voy a decir.
La gran sonrisa que tras ella aparece es una combinación entre
decepción y rabia, es Hugo ( el chico del bufet) mi ira se desata.
Mis palabras brotan en contra de su actitud, le reprocho su
conducta y no darse a conocer durante la cena. Las luces de los demás camiones
comienzan a encenderse, sus palabras, tranquilas, melosas y entregadas, me
invitan a subir a la cabina para terminar la discusión.
Despotrico una y otra vez contra él, desahogo mi desilusión,
él solo se dedica a sonreírme y escuchar, de cuando en cuando, intenta explicarse y no le dejo opción.
La cabina es alta, se acerca a mí, mi corazón se agita con
su cercanía, sus ojos color marrón, sus labios deseables, casi me hacen
desistir. Siento que no puedo contra su atracción, en un momento de cordura
abro la puerta, me asombro cuando me percato como he descendido los cuatro
escalones hasta llegar al suelo.
Me dirijo a mi autocarabana, el nerviosismo en mi es
patente, no consigo encontrar la llave para abrirla.
Escucho la puerta del camión, intento encontrar la llave que abra la dichosa
puerta, me giro, veo como Hugo baja de la cabina dirigiéndose a mí, su sonrisa suplicándome
me derrite. Se dirige hacia a mí solo con el vaquero, no me había dado cuenta
que solo era el pantalón lo que llevaba, su mano asegura la puerta cerrada, su
aptitud no es la misma, ahora es más seguro y frió.
Intento hablar, su dedo índice me lo prohíbe, con el recorre
mis labios, soy incapaz de articular palabra alguna, mi barbilla es la elegida
para guiar mi cabeza, su respiración la siento cercana, su cuerpo me presiona
contra la fría puerta, sus labios me besan , intento evitarlo sin conseguirlo.
Las llaves pasan a su mano, abre mi autocaravana introduciéndome
en ella.
Dentro de ella, me desnuda con deseo, dejo que su pasión me desborde
en el pequeño dormitorio.
Sin miedo mis manos descubren el cuerpo de …….
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