Catorce horas después, despierto en mi cama, abro los
ojos al tiempo que desperezo mi cuerpo.
A mi lado no hay nadie ¿cómo he llegado a casa?
Mi cuerpo dolorido, a la vez que tremendamente satisfecho,
se dirige al aseo. Mi aspecto es terrible, las horas pasadas junto a él han
sido muy intensas, el espejo me dedica una sonrisa, tarareando una canción dejo
que el agua rellene la bañera, dedicándome un tiempo indefinido a relajarme.
Tras cubrirme con mi conjunto negro de lencería, me acerco
al balcón, hace días que no lo disfruto. La ciudad se ilumina, al fondo, la gran catedral me saluda.
Deje mi móvil en casa al salir, decido revisarlo y ver si
tengo algún mensaje. Más de veinte, entre ellos el de Ana, una compañera de
trabajo, olvide por completo el interés que ella tenía por ver una exposición. La
llamo sin dilatación, su voz no es muy amigable, a estas horas ya pensaba que acudiría
sola, intento ocultar mi paradero de la noche anterior, me resulta imposible,
mi cuerpo se estremece haciendo temblar mi voz, todos los momentos vividos se
agolpan en mi mente.
En una hora quedamos en el portal de mi edificio, pasara a
recogerme.
Cierro mi puerta asegurándome que él, no está cerca, el
ascensor tarda en llegar, mi corazón se acelera, no podría ir a la exposición si
se cruza en mi camino. El ascensor abre sus puertas, está impregnado de su
aroma.
Ana me espera con impaciencia y yo corro a su coche, tan
curiosa como siempre, me pregunta una y otra vez por la pasada noche. Esquivo como puedo cada una de ellas consiguiendo
centrar su atención en el chico que le gusta.
La exposición es muy importante y la gente influyente, no debería
de haber escogido esta blusa, es un poco escotada y realmente no he pensado que
sería tan concurrida.
Improvisare deslizando mi fular por mis hombros, queda
coqueto.
Ana entrega las invitaciones, accedemos al gran salón de uno
de las más importantes salas.
Impresionada observo cada una de las obras, uno de los
amigos de Ana nos explica los motivos que llevaron al autor a realizarlas. Con
un pequeño gesto, mi amiga, me invita a dejarles solos, cosa que gustosamente
hago, estoy sedienta.
El camarero ofrece unos maravillosos cosmopolitan, me dirijo
hacia él cuando una palabra llama mi atención:
. ¿Gustas?
Sus grandes ojos azules podrían hacer que me perdiera en
ellos, su gran sonrisa es radiante, me acerca uno de los cosmopolitan y accedo
a tomarlo con él. Entre las obras de la exposición me cuenta en tono cordial su
vuelta a esta ciudad, el tiempo que estuvo fuera y el motivo por el que decidió
marchar. Su relación estaba pasando un
bache pasajero y ambos habían decidido darse un tiempo.
Me cede el paso a la altura de uno de los balcones, la noche
en todo su esplendor nos cubre, la conversación con él es muy fluida. Mi mirada se queda fija en el edificio
donde vivo, la luz de una de las ventanas está encendida, seguro que mi galán espera mi vuelta.
Un escalofrió me recorre, decidimos volver a entrar en el
gran salón, el autor de las obras nos dedicara un pequeño discurso. Todos los
invitados, acudimos al centro del salón.
El roce de un cuerpo cada vez es más cercano, me siento
incomoda, me adelanto un poco, la presión es más patente, miro a mi derecha,
Ana y su amigo me saludan, a mi izquierda, el chico que acabo de conocer, me sonríe.
Intento girarme sin conseguirlo, sobre mi
cuello, la respiración segura de quien me roza, me susurra:
. - ¿Lo has pasado
bien en el balcón? Pensare cual será mi próxima jugada.
Mi respiración se entrecorta, mi galán me domina.
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