No me atrevo a moverme, sus palabras continúan golpeando
una y otra vez en mi cabeza.
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¿Lo has pasado bien en el balcón?
Siento su mano jugar sobre mi vestido, las demás personas continúan
escuchando el discurso , nadie percibe mi semblante sonrojado.
Acercándose aún más a mí, su experta mano se desliza bajo mi
vestido rojo, despojándome del pequeño tanga que cubre mi sexo.
-
A lo largo de la noche, sabrás cuál es el resto de tu castigo- la excitación
me estremece.
La excitación e indignación que siento se debaten dentro de mí.
Estoy rodeada de personas influyentes,
sin ropa interior.
Levanto la mirada, se aleja de mi acompañado de una chica
muy atractiva, su mano se desliza por la cintura de la joven, él, sabiéndose observado,
me mira y sonríe.
¿Celos? ¿Son celos o simplemente no comparto su juego?
El discurso ha acabado, los aplausos de los asistentes me
devuelven a la realidad. Pedro me invita a compartir una copa, en uno de los
elegantes divanes distribuidos estratégicamente por el gran salón.
Acepto
encantada decidiéndome por uno en concreto, en el, seré visible para mi galán.
El Cosmopolitan sacia mi sed con
enorme placer, mi mirada se cruza con la suya, él bebe cava, consigue
ruborizarme cuando su mano se dirige al bolsillo de su chaqueta, su pícara
sonrisa me hace saber, donde se encuentra su tesoro, consiguiendo toda mi
atención.
Pedro continua hablándome, creo
que se ha dado cuenta que no le presto
mucha atención, busco a Ana con la mirada, ella también desea irse a casa, acercándome
a mi acompañante le susurro que me acompañe a la salida, con toda la intención al
ver que desde lejos me vigila, rozo con mi mano la rodilla de Pedro, la sonrisa
de mi galán desaparece desaprobando mi actuación.
Su mirada penetrante me sigue
hasta la salida.
Me despido con mi acompañante
amablemente prometiéndonos mutuamente volver a quedar, alguna vez, Ana se
impacienta.
En el camino de vuelta a casa Ana
habla y habla pufffff, intento prestarle atención, mi mente se niega.
Es de madrugada, abro la
ventanilla del coche dejando que la brisa del mar alivie el calor que me
invade. Decido ir caminando a casa pidiéndole
a Ana que pare, tras mucho rogarle para convencerla que lo necesito, cede a mi
petición. Solo son unos metros y me vendrá
bien pensar en todo lo ocurrido.
Camino por el paseo observando
las palmeras, parejas escondidas disfrutando de un amor imposible o simple
deseo. No se percatan de mí, yo continúo mi paseo, un coche pasa a toda
velocidad, el frenado del coche es inmediato.
Paralizada veo como la puerta del
coche se abre, de el, con su traje impecable, baja mi galán, se dirige a mí con
pasos largos y seguros. Me alejo de él sin mirar atrás, el tacón de mis zapatos
impide que mi retirada sea rápida y me desprendo de ellos, su voz, con tono firme
me llama, insiste que me detenga. Estoy demasiado ofuscada con él por
despojarme de mi ropa interior y no le hago caso.
Su mano detiene mis pasos, no
dice nada, su mirada enfurecida habla por él.
Me guía hasta un pequeño rompeolas, me apoya en las rocas devorando mi
boca con deseo.
Mi excitación reacciona sin poder
controlar mi cuerpo humedeciéndome, su rodilla entre mis piernas, se abre
camino sin yo percibirlo, sus ágiles manos desabrochan los primeros botones de
mi vestido dejando mis pechos descubiertos, erectos y excitados se rinden ante
la destreza de su lengua.
Mis piernas tiemblan, mis gemidos
comienzan a ser continuos, su boca no siente piedad de mí, es implacable,
experta y lasciva sometiendo mi cuerpo a
su voluntad.
Su mano sube por mi rodilla con firmeza, mi vestido se despedaza
en sus manos, sus dedos acarician mí el centro de mi deseo con suavidad, círculos
medidos en intensidad y ritmo sacuden mi clítoris haciéndome enloquecer, deseo
besarle, acariciarlo, devolverle tanto placer, con su mano atrapa mis manos prohibiéndome
tocarle.
Su mirada disfruta su poder sobre
mí, no puedo ni quiero defenderme, él sabe cómo hacerme llegar al cielo sobre
la arena de una playa.