lunes, 23 de diciembre de 2013

Un aperitivo en la terraza


Pleno mes de Agosto, son las ocho de la tarde y tras estar todo el día trabajando, la invitación de mi compañera a tomar una copa me atrae. Tanto que no lo pienso ni un momento.

La terraza a la que nos dirigimos se sitúa sobre un cine, es amplia. El no tener edificios a la misma altura, hace que  el poco aire que tímidamente recorre la ciudad, pasee  por la terraza reconfortándolos.

Las dos comenzamos el camino despotricando sobre nuestro jefe, el  camino se hace corto, ambas nos encontramos saturadas de trabajo. Mi vestido color  purpura, parece despegarse de mi cuerpo a cada paso dado.

El camarero  nos conoce y nos recibe con una sonrisa, es un chico joven, su barbilla lo hace un poco más mayor, aunque ambas sabemos su edad.
Mi amiga pide una cerveza rubia y yo una cerveza negra, las aceitunas son cortesía de la casa. Es una liberación sentarse a disfrutar de ambas cosas sin interrupciones. Después de un rato de charla, mi amiga decide ir al servicio, demasiada cerveza.

Los mensajes en mi teléfono no han dejado de llegar,  son frecuentes, continuados  y decido echarles una ojeada.
Unas risas llaman mi atención, dos chicos suben las escaleras directas al local, mi mesa, justo al final de las escaleras, hace que sea la primera en observar tal espectáculo.
Uno de los chicos es moreno, un poco más alto que yo, algo serio y bien vestido, al subir, una ráfaga de su mirada se dirige a mí, mi sonrisa es su barrera, un reto que conseguir.

Mi amiga no para de hablar, hago que la escucho, tras mis gafas recorro  su perfil, su cuello, la camisa que tan bien le queda. Su sonrisa es atractiva.
De nuevo el camarero aparece con dos nuevas cervezas, mi amiga ha aprovechado para pedirlas. La charla es amena y el tiempo pasa casi sin percibirlo.
Uno de los chicos no ha dejado de mirarme, su sonrisa tímida lo hace muy atractivo ante mí.  Sus dedos desabotonan el primer botón de su camisa, el calor es agobiante, mis ojos impacientes disfrutan cada uno de sus movimientos, en un momento dado, él también me observa haciendo que retire mi mirada.

Después de tres cervezas, entre risas y confidencias, soy yo la que tiene que ir al aseo, le comunico a mi amiga que debo ausentarme. Dirijo mis pasos a la parte posterior del local donde se ubican los aseos. Dos de las chicas que estaban en el local lo acaparan.  Unos pasos firmes llaman mi atención, el escalofrió que me recorre me impide girarme, permanezco petrificada, mi respiración se entrecorta.

La cercanía de un cuerpo me inunda de calor. La respiración del desconocido acercándose a  mi cuello, me excita sin saber el motivo.  De repente la puerta se abre, las dos chicas salen sin percatarse de mí, sin pensarlo mi mano detiene la puerta antes de cerrarse, una vez dentro un suspiro calma mi ansiedad. Mantengo el silencio, tras la puerta, sus pasos se alejan, es cuando yo decido  volver a mi mesa.
La sonrisa de ambos me desconcierta, me miran. Me observan y yo intento volver a iniciar la conversación con mi amiga.
Los nervios me invaden, no sé cuál de los dos me ha seguido, solo sé que ha sido uno de ellos. Decido comentarle mi experiencia a  mi amiga, ella tiene muy  claro cuál de los dos chicos  enciende su pasión.

El camarero vuelve a nuestra mesa, no me apetece más cerveza y decido beber un vaso de agua bien fría. La mirada de mi amiga me recrimina mi decisión, cuando el camarero vuelve con las bebidas, mi vaso repleto de cubitos hace que sonría.  La tarde es sedienta y recibo el agua como un regalo, al beber mi amiga hace que ría mojando mi sedienta piel. La  mirada del chico moreno, está dedicada sólo y exclusivamente a mí.

 Veo su mano dirigirse a su entrepierna al tiempo que me mira.  Un nuevo cruce de miradas, provoca mi desafío. Mis labios reciben uno de los cubitos  con delicadeza.
Saboreo como se derrite en mi boca, veo sus ojos entreabiertos disfrutando mi juego.  Mis dedos recogen el testigo, sin dejar de mirarlo lo poco que del hielo queda, pasea por  mis labios.

Sus ojos no parpadean, nos miramos, sus labios comienzan la secuencia de mi juego. Me excita ver su reacción, de repente quedamos solo los dos, uno frente al otro.   Su sonrisa pícara provoca en mi continuar jugando con él.  La voz de su amigo de repente nos devuelve a la realidad, es su hora de volver al trabajo y aunque con mucho trabajo por su parte los dos chicos descienden las escaleras dejando tras ellos todas las ilusiones por realizar.

Dos copas más tarde mi amiga y yo pedimos la cuenta, el camarero nos  sonríe, dos de las copas son invitación de la casa. Bajamos las escaleras entre risas y confidencias. Su coche está muy cerca del local y se ofrece a llevarme a casa, declinó la invitación tendría que volver a recoger mi coche y no me apetece.

Dos besos, la promesa de quedar a cenar y una despedida, me dirijo a mi coche, está en la calle paralela al local,  mi paso es  decidido el coche está cerca cuando una voz familiar llama mi atención.
En uno de los portales cercanos el chico que me provocaba abre la puerta  a una mujer madura que con una sonrisa le agradece el gesto.  Siempre he sido muy curiosa y me acerco al portal. El letrero es escueto y muy claro, es la consulta particular de un médico.

Abro la puerta de mi coche, la idea de cumplir una de mis fantasías, acompañada de la cerveza, no para de rondar mi cabeza.  Tras el volante no me veo capaz de arrancar, diez minutos más tarde bajo de mi coche y me dirijo al portal.
Primero b- ese es el portero de su piso y con una sonrisa nerviosa lo  pulso. Su voz acelera mi pulso, respiro para tranquilizarme.
 La vocecilla intrigada pregunta quién soy y sin dudarlo aseguro que llego tarde a mi cita. El silencio posterior me deja tiempo para desistir de tal locura, pero no lo hago. La puerta me avisa de su conformidad, es una entrada amplia con grandes espejos laterales, aprovecho para mirar mi aspecto, no estoy muy bien pero no es mi mayor precaución.

Subo los primeros peldaños despacio, mis tacones delatan mi presencia. El descansillo es mi última oportunidad para volverme atrás.
Frente a la puerta respiro y sonrió, mi mano se desliza haciendo sonar una melodía que avisa mi deseo de ser recibida. La puerta poco a poco se abre, apoyado en un gran mostrador blanco el  chico que no puede evitar su cara de asombro me recibe con una sonrisa. 

Su expresión asegura mi liderazgo, me dirijo hacia él dejando posar mis labios en su cara.  Casi siendo una orden, le aconsejo que cierre la puerta, quiero ser mala y el no parece que quiera impedirlo.  La curiosidad por ver su oficina me atrae, sus pasos me siguen. Cada uno de los rincones de su despacho me parece interesante.
Se dirige tras su mesa sin dejar de mirarme, su mirada es desafiante, sentado en su sillón su dedo acaricia su barbilla, le sonrió y me acerco a él. Mi rodilla aparta la silla del escritorio  en la cual está sentado.

Apoyada en la mesa del escritorio, mi pierna se desliza por la suya hasta quedar  completamente a su disposición. Las palabras sobran, sus manos acarician mis tobillos subiendo sensualmente por mis piernas.
Acerca su sillón a la mesa quedando su boca a  centímetros de mí.  Acaricia mis rodillas con una suavidad extrema, sonríe, mis pechos han reaccionado a su caricia, el calor de su boca me excita. La suavidad  de sus dedos se desliza subiendo por mis muslos, me abro a él subiendo mis  pies al sillón rodeando su cintura. Mi cuerpo se desploma apoyándome en mis brazos, el placer me inunda, sabe cómo hacer disfrutar a una mujer.
Un rápido movimiento de su brazo me acerca a él, su virilidad me inunda haciéndome llegar un intenso orgasmo dejando mi cuerpo a su merced, la  fría camilla  de su consulta  se torna ardiente bajo mi cuerpo.
La yema de sus dedos dibujan en mi piel suspiros entrecortados, sus  manos ascienden por mis piernas anclándose en mis caderas, desliza mi cuerpo introduciéndose en mí, lo miro a los ojos, mis gemidos enciende su pasión acelerando sus movimientos, mi cuerpo arqueado no es capaz de resistirse ante tanto placer, me rindo cuando sus manos comprimen mis pechos llevándolos a su boca para morderlos sin compasión. Los dos quedamos extasiados.

No sé cuánto tiempo después, la ducha nos devuelve a la realidad. Continuamos sin hablar. Sentado en su sillón atrapa  con su mirada cada uno de mis  movimientos al vestirme. Le sonrió al acabar dirigiéndome a la puerta, tras de mi sus pasos me siguen.
Me abre la puerta despidiéndome con una sonrisa, apoyándose en el resquicio de la puerta, deja abierta una invitación.
-Mi nombre es Gustavo ¿Desayunamos mañana en la terraza?









No hay comentarios:

Publicar un comentario