Pleno mes de Agosto, son las ocho
de la tarde y tras estar todo el día trabajando, la invitación de mi compañera
a tomar una copa me atrae. Tanto que no lo pienso ni un momento.
La terraza a la que nos dirigimos
se sitúa sobre un cine, es amplia. El no tener edificios a la misma altura,
hace que el poco aire que tímidamente
recorre la ciudad, pasee por la terraza reconfortándolos.
Las dos comenzamos el camino
despotricando sobre nuestro jefe, el
camino se hace corto, ambas nos encontramos saturadas de trabajo. Mi
vestido color purpura, parece despegarse
de mi cuerpo a cada paso dado.
El camarero nos conoce y nos recibe con una sonrisa, es
un chico joven, su barbilla lo hace un poco más mayor, aunque ambas sabemos su
edad.
Mi amiga pide una cerveza rubia y
yo una cerveza negra, las aceitunas son cortesía de la casa. Es una liberación
sentarse a disfrutar de ambas cosas sin interrupciones. Después de un rato de
charla, mi amiga decide ir al servicio, demasiada cerveza.
Los mensajes en mi teléfono no
han dejado de llegar, son frecuentes,
continuados y decido echarles una ojeada.
Unas risas llaman mi atención,
dos chicos suben las escaleras directas al local, mi mesa, justo al final de
las escaleras, hace que sea la primera en observar tal espectáculo.
Uno de los chicos es moreno, un
poco más alto que yo, algo serio y bien vestido, al subir, una ráfaga de su
mirada se dirige a mí, mi sonrisa es su barrera, un reto que conseguir.
Mi amiga no para de hablar, hago
que la escucho, tras mis gafas recorro
su perfil, su cuello, la camisa que tan bien le queda. Su sonrisa es
atractiva.
De nuevo el camarero aparece con
dos nuevas cervezas, mi amiga ha aprovechado para pedirlas. La charla es amena
y el tiempo pasa casi sin percibirlo.
Uno de los chicos no ha dejado de
mirarme, su sonrisa tímida lo hace muy atractivo ante mí. Sus dedos desabotonan el primer botón de su
camisa, el calor es agobiante, mis ojos impacientes disfrutan cada uno de sus
movimientos, en un momento dado, él también me observa haciendo que retire mi
mirada.
Después de tres cervezas, entre
risas y confidencias, soy yo la que tiene que ir al aseo, le comunico a mi
amiga que debo ausentarme. Dirijo mis pasos a la parte posterior del local
donde se ubican los aseos. Dos de las chicas que estaban en el local lo
acaparan. Unos pasos firmes llaman mi
atención, el escalofrió que me recorre me impide girarme, permanezco
petrificada, mi respiración se entrecorta.
La cercanía de un cuerpo me
inunda de calor. La respiración del desconocido acercándose a mi cuello, me excita sin saber el motivo. De repente la puerta se abre, las dos chicas
salen sin percatarse de mí, sin pensarlo mi mano detiene la puerta antes de
cerrarse, una vez dentro un suspiro calma mi ansiedad. Mantengo el silencio,
tras la puerta, sus pasos se alejan, es cuando yo decido volver a mi mesa.
La sonrisa de ambos me
desconcierta, me miran. Me observan y yo intento volver a iniciar la
conversación con mi amiga.
Los nervios me invaden, no sé cuál
de los dos me ha seguido, solo sé que ha sido uno de ellos. Decido comentarle
mi experiencia a mi amiga, ella tiene
muy claro cuál de los dos chicos enciende su pasión.
El camarero vuelve a nuestra
mesa, no me apetece más cerveza y decido beber un vaso de agua bien fría. La
mirada de mi amiga me recrimina mi decisión, cuando el camarero vuelve con las
bebidas, mi vaso repleto de cubitos hace que sonría. La tarde es sedienta y recibo el agua como un
regalo, al beber mi amiga hace que ría mojando mi sedienta piel. La mirada del chico moreno, está dedicada sólo y
exclusivamente a mí.
Veo su mano dirigirse a su entrepierna al
tiempo que me mira. Un nuevo cruce de
miradas, provoca mi desafío. Mis labios reciben uno de los cubitos con delicadeza.
Saboreo como se derrite en mi
boca, veo sus ojos entreabiertos disfrutando mi juego. Mis dedos recogen el testigo, sin dejar de
mirarlo lo poco que del hielo queda, pasea por
mis labios.
Sus ojos no parpadean, nos
miramos, sus labios comienzan la secuencia de mi juego. Me excita ver su
reacción, de repente quedamos solo los dos, uno frente al otro. Su sonrisa pícara provoca en mi continuar
jugando con él. La voz de su amigo de
repente nos devuelve a la realidad, es su hora de volver al trabajo y aunque
con mucho trabajo por su parte los dos chicos descienden las escaleras dejando
tras ellos todas las ilusiones por realizar.
Dos copas más tarde mi amiga y yo
pedimos la cuenta, el camarero nos
sonríe, dos de las copas son invitación de la casa. Bajamos las
escaleras entre risas y confidencias. Su coche está muy cerca del local y se
ofrece a llevarme a casa, declinó la invitación tendría que volver a recoger mi
coche y no me apetece.
Dos besos, la promesa de quedar a
cenar y una despedida, me dirijo a mi coche, está en la calle paralela al
local, mi paso es decidido el coche está cerca cuando una voz
familiar llama mi atención.
En uno de los portales cercanos
el chico que me provocaba abre la puerta
a una mujer madura que con una sonrisa le agradece el gesto. Siempre he sido muy curiosa y me acerco al
portal. El letrero es escueto y muy claro, es la consulta particular de un
médico.
Abro la puerta de mi coche, la
idea de cumplir una de mis fantasías, acompañada de la cerveza, no para de
rondar mi cabeza. Tras el volante no me
veo capaz de arrancar, diez minutos más tarde bajo de mi coche y me dirijo al
portal.
Primero b- ese es el portero de
su piso y con una sonrisa nerviosa lo
pulso. Su voz acelera mi pulso, respiro para tranquilizarme.
La vocecilla intrigada pregunta quién soy y
sin dudarlo aseguro que llego tarde a mi cita. El silencio posterior me deja
tiempo para desistir de tal locura, pero no lo hago. La puerta me avisa de su
conformidad, es una entrada amplia con grandes espejos laterales, aprovecho
para mirar mi aspecto, no estoy muy bien pero no es mi mayor precaución.
Subo los primeros peldaños
despacio, mis tacones delatan mi presencia. El descansillo es mi última
oportunidad para volverme atrás.
Frente a la puerta respiro y sonrió,
mi mano se desliza haciendo sonar una melodía que avisa mi deseo de ser
recibida. La puerta poco a poco se abre, apoyado en un gran mostrador blanco el
chico que no puede evitar su cara de
asombro me recibe con una sonrisa.
Su expresión asegura mi
liderazgo, me dirijo hacia él dejando posar mis labios en su cara. Casi siendo una orden, le aconsejo que cierre
la puerta, quiero ser mala y el no parece que quiera impedirlo. La curiosidad por ver su oficina me atrae, sus
pasos me siguen. Cada uno de los rincones de su despacho me parece interesante.
Se dirige tras su mesa sin dejar
de mirarme, su mirada es desafiante, sentado en su sillón su dedo acaricia su
barbilla, le sonrió y me acerco a él. Mi rodilla aparta la silla del escritorio
en la cual está sentado.
Apoyada en la mesa del
escritorio, mi pierna se desliza por la suya hasta quedar completamente a su disposición. Las palabras
sobran, sus manos acarician mis tobillos subiendo sensualmente por mis piernas.
Acerca su sillón a la mesa
quedando su boca a centímetros de mí. Acaricia mis rodillas con una suavidad
extrema, sonríe, mis pechos han reaccionado a su caricia, el calor de su boca
me excita. La suavidad de sus dedos se
desliza subiendo por mis muslos, me abro a él subiendo mis pies al sillón rodeando su cintura. Mi cuerpo
se desploma apoyándome en mis brazos, el placer me inunda, sabe cómo hacer
disfrutar a una mujer.
Un rápido movimiento de su brazo
me acerca a él, su virilidad me inunda haciéndome llegar un intenso orgasmo
dejando mi cuerpo a su merced, la fría
camilla de su consulta se torna ardiente bajo mi cuerpo.
La yema de sus dedos dibujan en
mi piel suspiros entrecortados, sus
manos ascienden por mis piernas anclándose en mis caderas, desliza mi
cuerpo introduciéndose en mí, lo miro a los ojos, mis gemidos enciende su
pasión acelerando sus movimientos, mi cuerpo arqueado no es capaz de resistirse
ante tanto placer, me rindo cuando sus manos comprimen mis pechos llevándolos a
su boca para morderlos sin compasión. Los dos quedamos extasiados.
No sé cuánto tiempo después, la
ducha nos devuelve a la realidad. Continuamos sin hablar. Sentado en su sillón
atrapa con su mirada cada uno de
mis movimientos al vestirme. Le sonrió
al acabar dirigiéndome a la puerta, tras de mi sus pasos me siguen.
Me abre la puerta despidiéndome
con una sonrisa, apoyándose en el resquicio de la puerta, deja abierta una
invitación.
-Mi nombre es Gustavo
¿Desayunamos mañana en la terraza?
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