martes, 31 de diciembre de 2013

Despidiendo el año

Son las cinco de la tarde, miro el reloj y decido ir al baño, hoy me apetece un largo baño antes de ir a cenar.

Frente al espejo dibujo mi silueta, mi cuerpo desnudo se eriza, y trata de taparse ante la pena del recuerdo.

Mi bañera repleta de espuma y sales me espera. Me sumerjo en ella  con toda  la determinación de disfrutarla. Entre sueños, imágenes acuden a mí, imágenes vividas durante el año.

Palabras de personas desconocidas, entre ellas, solo una me cautivan entre las demás. Son las  de un alma perdida y en ellas dejo mi alma caer.

Tras dos horas de reloj, seco mi cuerpo con el albornoz, regalo de mi hermana. Dejo caer sobre mis hombros mi pelo recogido. La leche hidratante recorre mi cuerpo con suavidad, mi piel erizada por el frió sucumbe a mis caricias. Por un momento, miro mi cuerpo desnudo en el espejo.  Rasgos que tú recorriste se contonean ante tu recuerdo haciendo cerrar mis ojos ante la suavidad de mis dedos recorriéndome.

Me dirijo a la habitación cruzando el largo pasillo, en el voy dejando la única prenda que me cubre, sobre la cama el vestido rojo me espera, los zapatos de tacón que dedique a esta noche, me reclaman que no sea contigo, mis labios acogen cariñosos el carmín que los cubre, recojo mi pelo dejando mi cuello descubierto.

Un sencillo juego de pendientes y colgante negro serán las únicas piezas que adornen mi cuerpo.  Las lágrimas de sus destellos sobre mi piel blanca destacaran su belleza.
Acudo sola a la fiesta, la entrada me aflige por un momento, cada uno con su pareja me saludan y yo les correspondo, aprecio a cada una de las personas que allí están.

Una copa de cava me saluda, tras ella un hombre que no conozco me sonríe, acepto encantada la invitación, su larga barba no puede ocultar su gran sonrisa al tiempo que conversamos, los demás invitados se dirigen al salón, solo los dos nos dirigimos al balcón, la noche es fría, charlamos, sonreímos, intercambiamos deseos ante el año nuevo siendo solo uno de ellos, vivir.

El temblor de mi voz  deja paso al temblor de mi cuerpo, me apoyo en el gran balcón mirando la luna, cierro mir ojos al sentir su cuerpo acercarse al mío.  Su aliento en mi cuello me hace sentir que estoy protegida.

Me dejo mimar por sus brazos, por el cariño de sus palabras que me hacen flotar.
Los gritos de júbilo del interior nos devuelven a la realidad,  su sonrisa y el destello de sus ojos me hipnotizan.

Frente a mí el choque de dos copas deja al aire un deseo común.


´´ El próximo año 2014, dejara momentos inolvidables, compartidos por soñadores´´







miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mi deseo

Es hora de la ducha, sola en mi aseo, me dedico a disfrutar de mi momento.

Me desnudo sin prisa mirándome al espejo, tu recuerdo enciende el calor que busco.

Tus dedos son los míos, sé que piensas en mí, sé que me deseas como yo a ti.

Deslizate  por mi cuerpo desnudo, quémate con mi deseo, encierra tu pasión en el temblor de mi cuerpo, lucha por mantenerte preso de mi deseo con cada una de mis caricias deseándote.

La flor de mi cuerpo, abierto a ti, se impacienta.

Se mi hombre, mi todopoderoso Zeus.

Mis dedos te representan, te deslizo por mis pechos erizados, por mi vientre entrecortado, por el centro de mí deseo,  siendo yo misma la que se hace sufrir.  Disfruto pensando que tu deseo es el mi deseó.

Tu cuerpo convulsionando por el morbo que te produzco, sabiéndote conocedor de ser mi dueño. 

Estrecharme con tus brazos, mi temblor acrecienta con tu cercanía, te sueño  cumpliendo mis deseos.

No  te confundas no es amor, es puro deseo, deseo de satisfacerte, de colmar el más alto de mis anhelos, cerrar mis ojos absorbiendo tu virilidad, sentir como se abre a ti  la caja de Pandora.  

Toma lo que es tuyo, mis pechos erectos, hambrientos de tus labios, desean que los poseas.
La pared de la ducha, se apiada de mi cuerpo desvanecido, tras saciarme de tu ausencia, recompongo mi realidad.

Solo uno de mis deseos será repetido esta Navidad: ……. Se mi deseo. 




martes, 24 de diciembre de 2013

A la luz de la vela



Mi cabeza apoyada sobre la almohada, mis ojos, humedecidos de lágrimas fugaces.

La vela se consume, la luz cada vez es más tenue, lucha por no desaparecer aun así,  sabiendo su destino.

Me consumo con ella, mi ilusión hace días que no me acompaña, mi sonrisa olvidó volver a reflejarse en mi rostro, la luz de mis ojos perdió su brillo, cada parte de mi cuerpo abandona su cometido.

Recuerdos lejanos acuden galopantes, sentí muchas veces que mi vida iba muy rápida, descubriendo lo bueno y malo del día a día, riendo y llorando cuando pertenecía, saque valor de donde no lo había.

Siento y sé que he dejado huella, entregando  amor a quien me quería conocer, el mismo  amor fugaz de las personas que conocí y hoy no están, volaron al abrir una ventana.

Afronté con firmeza cada una de mis decisiones, siendo así, mi  felicidad intercalada.

Estoy cansada, mis párpados doloridos quieren cerrarse y descansar.


Hace frío, tapo mi cabeza y cara helada, cierro mis ojos cansados al tiempo que la vela se apaga, despertaré cuando mi cansancio no duela.


lunes, 23 de diciembre de 2013

Un aperitivo en la terraza


Pleno mes de Agosto, son las ocho de la tarde y tras estar todo el día trabajando, la invitación de mi compañera a tomar una copa me atrae. Tanto que no lo pienso ni un momento.

La terraza a la que nos dirigimos se sitúa sobre un cine, es amplia. El no tener edificios a la misma altura, hace que  el poco aire que tímidamente recorre la ciudad, pasee  por la terraza reconfortándolos.

Las dos comenzamos el camino despotricando sobre nuestro jefe, el  camino se hace corto, ambas nos encontramos saturadas de trabajo. Mi vestido color  purpura, parece despegarse de mi cuerpo a cada paso dado.

El camarero  nos conoce y nos recibe con una sonrisa, es un chico joven, su barbilla lo hace un poco más mayor, aunque ambas sabemos su edad.
Mi amiga pide una cerveza rubia y yo una cerveza negra, las aceitunas son cortesía de la casa. Es una liberación sentarse a disfrutar de ambas cosas sin interrupciones. Después de un rato de charla, mi amiga decide ir al servicio, demasiada cerveza.

Los mensajes en mi teléfono no han dejado de llegar,  son frecuentes, continuados  y decido echarles una ojeada.
Unas risas llaman mi atención, dos chicos suben las escaleras directas al local, mi mesa, justo al final de las escaleras, hace que sea la primera en observar tal espectáculo.
Uno de los chicos es moreno, un poco más alto que yo, algo serio y bien vestido, al subir, una ráfaga de su mirada se dirige a mí, mi sonrisa es su barrera, un reto que conseguir.

Mi amiga no para de hablar, hago que la escucho, tras mis gafas recorro  su perfil, su cuello, la camisa que tan bien le queda. Su sonrisa es atractiva.
De nuevo el camarero aparece con dos nuevas cervezas, mi amiga ha aprovechado para pedirlas. La charla es amena y el tiempo pasa casi sin percibirlo.
Uno de los chicos no ha dejado de mirarme, su sonrisa tímida lo hace muy atractivo ante mí.  Sus dedos desabotonan el primer botón de su camisa, el calor es agobiante, mis ojos impacientes disfrutan cada uno de sus movimientos, en un momento dado, él también me observa haciendo que retire mi mirada.

Después de tres cervezas, entre risas y confidencias, soy yo la que tiene que ir al aseo, le comunico a mi amiga que debo ausentarme. Dirijo mis pasos a la parte posterior del local donde se ubican los aseos. Dos de las chicas que estaban en el local lo acaparan.  Unos pasos firmes llaman mi atención, el escalofrió que me recorre me impide girarme, permanezco petrificada, mi respiración se entrecorta.

La cercanía de un cuerpo me inunda de calor. La respiración del desconocido acercándose a  mi cuello, me excita sin saber el motivo.  De repente la puerta se abre, las dos chicas salen sin percatarse de mí, sin pensarlo mi mano detiene la puerta antes de cerrarse, una vez dentro un suspiro calma mi ansiedad. Mantengo el silencio, tras la puerta, sus pasos se alejan, es cuando yo decido  volver a mi mesa.
La sonrisa de ambos me desconcierta, me miran. Me observan y yo intento volver a iniciar la conversación con mi amiga.
Los nervios me invaden, no sé cuál de los dos me ha seguido, solo sé que ha sido uno de ellos. Decido comentarle mi experiencia a  mi amiga, ella tiene muy  claro cuál de los dos chicos  enciende su pasión.

El camarero vuelve a nuestra mesa, no me apetece más cerveza y decido beber un vaso de agua bien fría. La mirada de mi amiga me recrimina mi decisión, cuando el camarero vuelve con las bebidas, mi vaso repleto de cubitos hace que sonría.  La tarde es sedienta y recibo el agua como un regalo, al beber mi amiga hace que ría mojando mi sedienta piel. La  mirada del chico moreno, está dedicada sólo y exclusivamente a mí.

 Veo su mano dirigirse a su entrepierna al tiempo que me mira.  Un nuevo cruce de miradas, provoca mi desafío. Mis labios reciben uno de los cubitos  con delicadeza.
Saboreo como se derrite en mi boca, veo sus ojos entreabiertos disfrutando mi juego.  Mis dedos recogen el testigo, sin dejar de mirarlo lo poco que del hielo queda, pasea por  mis labios.

Sus ojos no parpadean, nos miramos, sus labios comienzan la secuencia de mi juego. Me excita ver su reacción, de repente quedamos solo los dos, uno frente al otro.   Su sonrisa pícara provoca en mi continuar jugando con él.  La voz de su amigo de repente nos devuelve a la realidad, es su hora de volver al trabajo y aunque con mucho trabajo por su parte los dos chicos descienden las escaleras dejando tras ellos todas las ilusiones por realizar.

Dos copas más tarde mi amiga y yo pedimos la cuenta, el camarero nos  sonríe, dos de las copas son invitación de la casa. Bajamos las escaleras entre risas y confidencias. Su coche está muy cerca del local y se ofrece a llevarme a casa, declinó la invitación tendría que volver a recoger mi coche y no me apetece.

Dos besos, la promesa de quedar a cenar y una despedida, me dirijo a mi coche, está en la calle paralela al local,  mi paso es  decidido el coche está cerca cuando una voz familiar llama mi atención.
En uno de los portales cercanos el chico que me provocaba abre la puerta  a una mujer madura que con una sonrisa le agradece el gesto.  Siempre he sido muy curiosa y me acerco al portal. El letrero es escueto y muy claro, es la consulta particular de un médico.

Abro la puerta de mi coche, la idea de cumplir una de mis fantasías, acompañada de la cerveza, no para de rondar mi cabeza.  Tras el volante no me veo capaz de arrancar, diez minutos más tarde bajo de mi coche y me dirijo al portal.
Primero b- ese es el portero de su piso y con una sonrisa nerviosa lo  pulso. Su voz acelera mi pulso, respiro para tranquilizarme.
 La vocecilla intrigada pregunta quién soy y sin dudarlo aseguro que llego tarde a mi cita. El silencio posterior me deja tiempo para desistir de tal locura, pero no lo hago. La puerta me avisa de su conformidad, es una entrada amplia con grandes espejos laterales, aprovecho para mirar mi aspecto, no estoy muy bien pero no es mi mayor precaución.

Subo los primeros peldaños despacio, mis tacones delatan mi presencia. El descansillo es mi última oportunidad para volverme atrás.
Frente a la puerta respiro y sonrió, mi mano se desliza haciendo sonar una melodía que avisa mi deseo de ser recibida. La puerta poco a poco se abre, apoyado en un gran mostrador blanco el  chico que no puede evitar su cara de asombro me recibe con una sonrisa. 

Su expresión asegura mi liderazgo, me dirijo hacia él dejando posar mis labios en su cara.  Casi siendo una orden, le aconsejo que cierre la puerta, quiero ser mala y el no parece que quiera impedirlo.  La curiosidad por ver su oficina me atrae, sus pasos me siguen. Cada uno de los rincones de su despacho me parece interesante.
Se dirige tras su mesa sin dejar de mirarme, su mirada es desafiante, sentado en su sillón su dedo acaricia su barbilla, le sonrió y me acerco a él. Mi rodilla aparta la silla del escritorio  en la cual está sentado.

Apoyada en la mesa del escritorio, mi pierna se desliza por la suya hasta quedar  completamente a su disposición. Las palabras sobran, sus manos acarician mis tobillos subiendo sensualmente por mis piernas.
Acerca su sillón a la mesa quedando su boca a  centímetros de mí.  Acaricia mis rodillas con una suavidad extrema, sonríe, mis pechos han reaccionado a su caricia, el calor de su boca me excita. La suavidad  de sus dedos se desliza subiendo por mis muslos, me abro a él subiendo mis  pies al sillón rodeando su cintura. Mi cuerpo se desploma apoyándome en mis brazos, el placer me inunda, sabe cómo hacer disfrutar a una mujer.
Un rápido movimiento de su brazo me acerca a él, su virilidad me inunda haciéndome llegar un intenso orgasmo dejando mi cuerpo a su merced, la  fría camilla  de su consulta  se torna ardiente bajo mi cuerpo.
La yema de sus dedos dibujan en mi piel suspiros entrecortados, sus  manos ascienden por mis piernas anclándose en mis caderas, desliza mi cuerpo introduciéndose en mí, lo miro a los ojos, mis gemidos enciende su pasión acelerando sus movimientos, mi cuerpo arqueado no es capaz de resistirse ante tanto placer, me rindo cuando sus manos comprimen mis pechos llevándolos a su boca para morderlos sin compasión. Los dos quedamos extasiados.

No sé cuánto tiempo después, la ducha nos devuelve a la realidad. Continuamos sin hablar. Sentado en su sillón atrapa  con su mirada cada uno de mis  movimientos al vestirme. Le sonrió al acabar dirigiéndome a la puerta, tras de mi sus pasos me siguen.
Me abre la puerta despidiéndome con una sonrisa, apoyándose en el resquicio de la puerta, deja abierta una invitación.
-Mi nombre es Gustavo ¿Desayunamos mañana en la terraza?









miércoles, 4 de diciembre de 2013

Un día de frío

Hace frió, no debería abrir hoy la tienda, seguro que nadie se atreve a salir a la calle.
Abro la puerta de mi negocio, al entrar lo miro, cuantas horas e ilusiones he dedicado a él.
Cierro la puerta tras de mí, me dirijo detrás del mostrador, abro el cajetín, subo el térmico de la luz y doy vida al local. La calefacción debería haberla dejado puesta, mis manos están frías.
Dedico el tiempo necesario a recomponer la tienda tras el día anterior, todo está ´´manga por hombro´´. Salgo a la calle, las chimeneas encendidas hacen que las posibles clientas declinen alguna vaga idea de salir  de casa. La calle esta vacía y decido entrar de nuevo. Subo la música, estoy segura que nadie entrará y me dejo llevar por la melodía incluso imitando al cantante de turno.
Después de algún tiempo, decido centrarme y organizar el almacén, la ropa de verano está llegando y es ahora cuando el frio comienza……menudo lío aquí dentro. El ajetreo me ha dado calor y ya me sobra el polar, de cuando en cuando, vuelvo a salir con la ilusión de que alguna clienta decida visitarme, dando con mi gozo en un pozo en el almacén muevo, vacío, cuelgo y ordeno, ropa que se debe de estar dispuesta para la próxima temporada. Melendi me hace sonreír, me deja sin respiración al intentar seguir sus letras con los enanitos.

Una carcajada hace que salga de mi mundo en ese momento, dirijo mi mirada hacia la pequeña puerta que comunica el almacén con la tienda.
Un chico apoyado en el resquicio de la puerta me mira divertido, mis movimientos se paran en seco, creo que estoy avergonzada, el calor de mi cara me hace presuponerlo.
Me recompongo el pelo volviendo a hacerme la cola y con paso firme me dirijo hacia él.  Se presenta, y yo, con una sonrisa, lo invito a salir del almacén. Un escalofrió me recorre la espalda, voy tras él y el aroma que deja tras de sí me embriaga.
Dedico el poco recorrido del que disfruto, para observar su cuerpo, no está  nada mal.
Frente al mostrador vuelvo a ser la chica emprendedora y seria.
Me sonríe, vuelve a presentarse y me ofrece su mano, una mano más grande que la mía, suave, firme, acompañada de una sonrisa que me desarma. Durante cinco minutos me ´´vende´´ su producto.  Se excusa y sale del local para ir a buscar su maletín, en ese momento aprovecho para retocarme un poco, a su vuelta la conversación es amena.
Él describe cada una de las ventajas de sus productos, mis ojos no pueden evitarlo, sus labios me parecen muy sexis y los miro lo más disimuladamente que puedo. El calor me va invadiendo, lo que mi mente imagina hace que mi piel se erice. Su traje le queda como un guante, su maletín repleto de artículos va vaciándose, yo muy curiosa, le invito a que lo haga.
Recibo cada uno de los artículos que él me ofrece con mis manos, el leve  roce de las suyas hace que muerda mi labio inferior  de forma instintiva.
Su mirada se ha detenido en mí, me observa sin decir nada, sólo me observa. Siento en mi pecho la respiración  acelerándose, un suave suspiro evita que me desmaye. Su sonrisa al advertir mi nerviosismo seca mi boca, necesito agua y ya.
Una clienta abre la puerta, la recibo como agua de mayo. El decide recoger los artículos, desde cada uno de los rincones al que me dirijo con  mi clienta, repaso sus movimientos.  ¿ qué me ocurre con él?
Tras despachar y cobrarle a la clienta, volvemos a quedarnos solos. Él muy galantemente le abre la puerta y vuelve a cerrarla cuando sale.
Su mirada ahora es más intensa, busco la botella de agua, me abrasa su mirada. Al beber sus palabras me hacen reír :-¿ te provoco calor?.  El agua cae por mi cuello, dejando mi pecho  humedecido. La camisa ha quedado pegada a mi piel, el frió que me recorre, invita a mis pechos insinuarse marcando su volumen.
Con un rápido movimiento me cubro, él ha dejado de reírse y mira mi pecho con la mirada  fija. Siento el fuego que le ocasiono, decido dejar que su mirada me recorra.
Las llaves de la tienda están sobre el mostrador, le miro, su excitación ya no puede disimularla, me dirijo hacia la puerta de salida, al llegar a su altura me detengo, es más alto que yo. Por un momento que parece una eternidad, recorro su cuerpo dejando que mi deseo actúe. Mis ojos me delatan, el fuego cruzado de nuestras miradas nos incita.
Cierro con dos vueltas de llave el local, me disculpo ante él para dirigirme hacia el almacén.  El frio es intenso y enfermaré si no me cambio la camisa.  
Con cada uno de los botones mi mente no deja de atormentarme, deseo que sea él quien me ayude, sí lo deseo..
Ya no siento frio en el almacén, el calor que mi cuerpo desprende pensando en el despoja de todo atismo del ambiente gélido. , dejo que mi camisa caiga por mis brazos, continuo con los ojos cerrados imitando sus movimientos.
Un gemido llama mi atención, al girarme, su mirada me penetra, su cuerpo apoyado en el resquicio de la puerta me excita. Su mano acaricia su pantalón, su boca me sonríe atrayéndome, giro mi cuerpo hacia él.  Dejo al descubierto mis pechos, el temblor que me ocasiona y su boca,  encienden el deseo que busca provocarme.
¿Te ayudo?.-Sus palabras  me dejan a su disposición, se acerca a mí, sus manos suaves acarician mi cara, bajan por mi cuello, recorriendo mis hombros erizándolos.
Sus labios depositan en mí un cálido y lento beso. Sus manos bajan los tirantes de mi sujetador, deja ante él todo mi pecho descubierto, Lame sus labios, su pícara sonrisa desaparece.  
Dejo que sea él quien dirija mis movimientos, su mano acaricia  la mía, la desliza por su cuerpo, mis ojos admiran como los suyos se cierran a mi tacto. Bajo por su pecho, mis dedos inquietos cobran vida propia al acariciar la cremallera de su pantalón, absorbo el suspiro que su boca libera.
Su cuerpo se contonea con las caricias de mi mano, solo tres de sus dedos acercan mi boca a la suya. Su mano acaricia mi espalda despojando mi mente de tabúes que me retienen. El beso que me ofrece casi me  derrite. Baja delicadamente por mi cuerpo, despojándolo de ropa que me cubre, quedo desnuda frente a él, se deleita mirándome, en este momento sabe con firmeza que cada una de sus palabras será una orden para mí.
 Su brazo rodea mi cuerpo con fuerza, contra la pared me siento una pluma acoplada a su cuerpo. Mis labios se dedican  con deseo a  devorarlo.
Juega con mi cuerpo, guiando mis manos, haciendo  que su poderosa erección sea a cada momento más apetecible para mí.
Sobre le estantería sobra todo lo que había ordenado, muerdo su cuello al mismo tiempo que mi mano deja libre su deseo, mi largo pelo se enreda entre sus dedos
Disfruta de mi cuerpo tembloroso,  no es el frio el  que me eriza, es su forma de dominarme.
Entre suspiros y embestidas, la excitación deja paso a una explosión de orgasmos simultáneos de ambos.
Media hora más tarde,  me deposita en el suelo con una gran sonrisa, con su mano despeja mi cara de una melena empapada de sudor. Sin mediar palabra, nos dedicamos a vestirnos el uno al otro, dejando  paso a un sinfín de juegos casi más placenteros que los vividos minutos antes.
Me dirijo hacia la puerta decidida a salir, su mano me retiene justo en el resquicio  de la puerta. Me gira sobre mi misma y deposita un beso en mis labios. Sus ojos ardientes hacen que todo lo ocurrido devuelva a mí el deseo de poseerlo.
Tras el mostrador me aseguro que nadie ha estado cerca de la puerta ni ha recibido el calor que sin duda se ha originado. Mis ojos repasan a mi amante al salir del almacén, sus pasos se paran frente a mí, su sonrisa mmmmm ….
 Su sonrisa, al sacar una tarjeta de presentación y acercarla a mí,  despidiéndose después hasta desaparecer por la puerta.
Miro el nombre impreso sonriendo, decido guardarla en un lugar especial, cuando al dar la vuelta unas palabras dejan las puertas abiertas a próximos encuentros.  ´´la presentación de los nuevos artículos será la próxima semana´´.


Enmanuelle L 04 de diciembre de 2013







martes, 3 de diciembre de 2013

Hoy no se

Hoy no sé cómo empezar a escribir, necesito un recuerdo en el que refugiarme. Ese momento en el que hoy, que me necesitas, haga que pueda acudir a tu lado sin tener dudas.

Cuantos años han pasado con esta maldita barrera que ambos contribuimos a crear. Tu por tu forma de ser y yo  que por pequeña, me enseñe a callar.

No es hora de hacer reproches. Aprendí a ser una mujer fuerte siendo solo una niña. Ahora soy una mujer con lágrimas de niña.

Sé que en este momento no estas, tus ojos cerrados te llevan  a un lugar donde el dolor no puede aspirar, donde el aire es fresco y no necesitas nada para respirar. Donde las discusiones se convierten en risas. Donde las palabras que siempre calaste  
¿Tuviste esos momentos?

De pequeña un día desaparecí, decidí que todo lo que me dañaba quedaría atrás. Horas de caminata me dejaron sin fuerzas sobre un campo de amapolas, las mismas que recogieron cada una de mis lágrimas cuando   la noche se hizo presente.

El sonido de un grito apenado me despertó,  era tu voz desesperada, cambio en el momento en que una pequeña niña rubia a ti se abrazó.

Ahora que sé que conservo ese recuerdo, ese recuerdo con el que poder decirte papa.

Enmanuelle L 03 de diciembre de 2013