Mi pierna comienza a subir por su cintura, la presión de su
cuerpo es cada vez más notable, su virilidad pasea por mi sexo.
El deseo es mutuo, sus ojos mirando mis labios, sus manos
subiendo por mi cuerpo, la respiración acelerada de ambos. Mis manos en su
pecho intentando no sucumbir al deseo.
Es mi mano la que, sin intención, se dirige a su cintura, su
presión contra mi es cada vez más notable, recorro con deleite su cintura hasta
llegar a la hebilla de su pantalón.
Sus ojos latentes y encendidos. Son sus dedos los que descienden
por mi tanga, mi virginidad se rinde a él, una sonrisa maliciosa en su rostro deja
entrever que conoce mi secreto.
Quiero y deseo perder mi miedo. Muerdo su labio inferior al
acercarse a mí. La tensión entre los dos es superior, palpable, me rindo, sí me
rindo.
Mario aparece tras la puerta, la reacción que ha desatado en
ambos es la esperada. Nos mira con ojos incrédulos, su amigo ha estado
provocando mi deseo y él ha sido cómplice de su juego al llevarme al local.
Directamente acabo en mi casa tras prometer a Mario que no
volvería a ocurrir. Me siento una niña indefensa ante sus acusaciones.
Sola, en mi cama, rememoro cada uno de los momentos vividos, mi deseo, ya encendido,
dirige mis dedos acariciándome. Mis pechos ansían ser presa de su boca, dejo
que todo mi cuerpo fluya llegando al clímax más intenso vivido hasta ese momento .Duermo durante toda la
noche dejando mi cuerpo exhausto.
El Domingo empieza para mi muy temprano, las once de la
mañana y mi madre tocando mi puerta. En casa una comida imprevista me
despierta.
El agua caliente recorre mi cuerpo desnudo, frente a mí el
espejo, una imagen me estremece. Intento
mantenerme centrada. Descubro mi deseado albañil, apoyado en el lavabo mirándome,
su mutismo casi fantasmal al observarme casi me petrifica, soy yo quien lo
tiene en mi terreno, comienza el juego.
Un poco de gel da brillo a mis pechos, recorro mi cuerpo
lentamente, son sus ojos los que guían mis movimientos, cierro los ojos
disfrutando su mirada en mí.
El centro de mi deseo reclama mi atención, juego con el dejándome
llevar por el deseo que me tiene atrapada. Un portazo rápido me devuelve a la
realidad, los pasos de mi madre se acercan. Una toalla se encarga de cubrirme al
mismo tiempo que respondo a mi madre que no me encuentro bien. No deseo
sentarme en la misma mesa con el después de lo ocurrido. Ella no reacciona muy bien,
como buena madre me prepara una infusión y tras darme un beso me excusa ante los invitados.
Mi padre enciende la barbacoa, miro tras la cortina, tiemblo
al pensar que me ve tras ellas cuando sonríe. Veo a mi madre al llegar hablando
con mi padre, su mirada no es muy amigable al mirar a la segunda planta donde
se encuentra mi dormitorio.
Sentada frente al espejo mi piel se eriza, ha sido el quien ha jugado conmigo. Acabo de secar mi pelo
y tenderme sobre la cama. Unos pasos suben la escalera, creo que es mi
madre y me hago la dormida, no me ha dado tiempo a cubrirme y estoy desnuda
sobre la cama. La puerta se cierra con demasiado cuidado, de reojo veo el calzado
de mi albañil.
Desnuda boca abajo sobre la cama, mi cuerpo reacciona solo,
una de mis piernas se desliza despacio por la sabana, dejando mi cuerpo
ofrecido a él, mis pechos erectos provocan el fuego en sus ojos.
Sus pasos se acercan decididos, su mano en mi clítoris no
tiene piedad, desata en mí la adolescente traviesa que encierro. Mis manos arrebatan el botón de sus vaqueros,
libero su gran verga, es la primera que acaricio, disfruto el momento al tiempo
que el pellizca mis areolas casi con rabia contenida.
Acerca mi boca a su miembro, mi inexperiencia lo desespera. Cogiéndome
del pelo me levanta de la cama, acerca su boca a la mía sin besarme, solo
acallando cualquier intento de vocalizar una sola palabra. Mi cintura, rodeada por su brazo, me presiona contra su cuerpo al
tiempo que me deja caer contra la pared.
Su mano deja de pellizcar mis pechos. Levanta mi pierna dejando a su entera disposición
mi virginidad. Me sonríe perverso, de un solo movimiento entra en mí, se
detiene, una lágrima cae por mi cara.
Su pulgar la recoge llevándola a su boca, el deseo es
superior a mí y ahora soy yo quien le pide más. Durante cinco minutos sus
movimientos son acompasados, entra y sale en mi una y otra vez sin descanso.
Siento mi cuerpo convulsionarse, su boca vuelve a estar pegada a la mía
absorbiendo cada uno de mis gemidos hasta acabar desfallecida. Sin bajar de mi
pedestal coge mi mano llevándola a su gran miembro. Muerde mi labio, pegado a mí,
deja su cuerpo saciado.
Con cuidado se acerca a la cama aun conmigo sobre él, me
deposita en ella diciéndome muy suave – lo pasaremos mejor la próxima vez, con
un poco más de tiempo- cubre mi cuerpo con una ligera sabana quedándome dormida
casi en un momento.
Enmanuelle L 04 de Noviembre de 2013
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