Durante la semana, su mirada penetrante ha quedado marcada
en mí, sus ojos recorriendo mi cuerpo, su respiración agitada. La reacción de
su cuerpo que no pudo evitar.
Sobre mi cama sonrío, jugué con él y gané.
Es sábado, un merecido fin de semana para salir con los
amigos, Marta y yo hemos estado
hasta altas horas de la madrugada
compartiendo las últimas experiencias, ella es
mayor que yo, dos años. Somos polos opuestos y eso hace que nos llevemos
como hermanas. Mario es el chico que nos hace de ´´guardaespaldas´´, los tres
hemos sido amigos desde pequeños.
Tras ducharnos, entre risas y juegos, discutimos sobre quien
se pone el vestido rojo, es suyo y a mí me encanta, su corte, su caída, como se
desliza por mi piel al probármelo, la suavidad con la cual acaria mis pechos
con tan insinuador escote, ya que no podré utilizar ropa interior. Marta cede, a ella el negro, le queda
arrebatador. El maquillaje no nos favorece, damos un poco de brillo en los
labios, hoy nos recogeremos el pelo, nos queda mejor.
Mario nos espera algo enfadado por la tardanza. Para
recompensarlo, lo invitamos a cenar.
Nos dirigimos a una hamburguesería, Mario nos cuenta su
última conquista y nosotras embelesadas, lo escuchamos, es todo un experto en hacer que las chicas se sientan
únicas a su lado.
Esta noche Mario quiere ir a un local alejado, nosotras vamos
sin rechistar, confiamos en él.
Cuando llegamos al local, Mario, situado entre las dos, hace
su aparición con una gran sonrisa. Sus
comentarios nos hacen gracia, una rubia y una morena están con él, a cual más
provocativa.
El local es estrecho, oscuro, el volumen de la música es muy
cálido, a un lado está la barra, donde Mario se dirige saludando al camarero.
En paralelo a la barra, apartados más íntimos, en el centro
una pequeña mesita rodeada por amplios sillones, mullidos.
Observo cada una de los apartados, cuando mi mirada se detiene en uno de ellos,
mi piel se eriza, mi respiración se agita, mi entrepierna se humedece al mismo
tiempo que se contrae. Su mirada me penetra.
Es él y me mira desafiante.
Con la copa en la mano se acerca a nuestro grupo, saluda a
Mario, a Marta y se dirige a mí dándome un beso en la mejilla, húmedo, sin
prisas, dejando entrever sus intenciones. Mis piernas casi no pueden sostenerse
sobre los increíbles tacones, no esperaba encontrarlo en el local y menos que
se acercara tan provocador, a la vez que atractivo.
Su juego es más
directo que el mío, ahora estamos en su terreno y sabe jugar. Apoyada en la
barra, siento su cuerpo tras de mí, su aliento roza mi cuello al preguntarme
que copa prefiero. Por un momento, la chica mala que llevo dentro reacciona, acerco
mi cuerpo al suyo en un insinuante
movimiento... me estremezco al sentir toda su virilidad contra mis caderas, acerca su pecho al mío al ritmo de la música, un gemido ahogado de su boca al rozarme, me excita.
Su mano derecha, oculta por la barra, ha descendido por mi espalda, sus labios casi rozan mi cuello al ofrecerme
la copa que he pedido. El gran escote del vestido deja que sus dedos jueguen en
mi piel, no puedo evitar que mis ojos se cierren, su recorrido desciende por
ella.
Mi corazón se acelera, ciento deseos casi incontrolables, mi
cuerpo me traiciona dejando que su deseo pasee por mí, a su antojo.
El calor es intenso, me dirijo a Marta, salir a la calle es
una necesidad en este momento. Ella no desea dejar al chico con el que baila, mirándome con
ojitos de pena, al final consiento y decido dejarla disfrutar. Ahora es el
momento, Mario charla animadamente con mi ´´pretendiente´´, con paso acelerado me
dirijo a la calle.
La madrugada ha
despejado la calle, apoyada en la pared, busco el aire fresco que apague mi
fuego, hace frío, la copa apenas
aplaca el calor del que he huido. La excitación
que me provoca su cercanía hace que lo desee, el aroma que desprende, el tacto
de su mano me ha humedecido.
La puerta se abre, mi respiración se paraliza. Con su mirada fija en mí, camina seguro, me sonríe y
yo a él, no quiero parecer la niña tonta, sin decir palabra su cuerpo aprisiona
el mío contra la pared. Su mano
izquierda sobre mi hombro limita mis movimientos, su rodilla entre mis piernas poco a poco ha ido separándolas. Sus dedos, con maestría,
no tardan en jugar con mi vestido.
Mi pierna comienza a subir
por su …
Puedes leer la primera parte de este relato aquí: Un juego peligroso
Puedes leer la tercera parte aquí: Un juego peligroso (tercera parte). Batalla de poder
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