Subieron
uno a uno los escalones que los separaban del tan famoso local, la tenue luz
acompañaba la sensual música en directo que amenizaba la noche.
La luna se
reflejaba en la mar, siendo sus suaves olas, las que hacían de aquel local un
lugar mágico.
Las miradas
entre los dos daban a entender lo especial de la noche, pidieron una copa al
tiempo que recorrían con la mirada el local buscando donde disfrutarla.
Brindaron dejando
que sus dedos se rozaran, era el
principio del final de la noche.
Llegaron a
unas horas en las que ella prefería un
poco de intimidad, era un sitio idóneo para apartarse. Se dirigieron a un lugar en la penumbra del
local pensando solo en lo maravilloso que sería ver la luna tan esplendida que había
esa noche.
En la
terraza, apoyada en baranda, contemplando las vistas del mar. El chico que la
acompañaba toda la noche le ofreció un cigarrillo y comenzaron a hablar.
Hablaron de
lo que más les gustaba, de sexo, de aventuras y desventuras, se lo estaban
pasando genial entre confesiones y risas, hablando de todo pero sin entrar en
temas personales.
Se les paso
el tiempo volando atrapados en aquella conversación, les dieron las 4 de la
mañana, una pregunta paso por su mente..
-¿Qué tal besas?
Él quedo por
un momento sin contestación.
Sus miradas
quedaron atrapadas entre las comisuras de sus labios, cada una de las palabras no dichas anticipaban lo que ambos deseaban, sus
labios, húmedos, desenfrenados, se deseaban, la distancia entre ambos
disminuyo.
Lo uno llevo
a lo otro, mordiscos leves dejaban paso a la pasión contenida durante toda la
noche.
Sus ganas de
poseerse aumentaban, conocer cada una de las caricias que se anticipaban a sus
besos.
La luna
llena iluminando el momento, la vista era
inmejorable, era lo más frenético, morboso y delicioso que les había pasado
nunca. No querían que aquello se quedase en un solo calentón de besos y no iban
a reprimirse.
Decidieron
concederse el privilegio de su intimidad aislándose en una pequeña terraza ya
casi desierta.
La
formalidad el chico quedo a un lado, dejándose llevar por sus impulsos, abrazo
el cuerpo de ella casi tembloroso, colocándose en su espalda sin dejar de
besarla en ningún momento, su pelvis presionaba su cuerpo contra la barandilla.
Su
cuello se arqueo dándole el permiso que èl tanto deseaba, notaba como su respiración
se agitaba con cada una de sus caricias.
En
ese momento, ya no podían retrasar lo que ambos deseaban y decidieron recorrer
el camino que los separaba del hotel.
Las
olas golpeaban las rocas próximas a su paso con la misma intensidad que sus
labios dejaban paso a caricias insinuantes de sus manos sobre sus pechos.
Tenían
ganas de continuar, miraron al interior del recibidor al llegar al hotel, casi
desierto, recorrieron el escaso espacio que los separaban del ascensor.
La
ropa había desaparecido casi por arte de magia en el ascensor, estaban casi desnudos
excepto por la ropa interior que ambos llevaban puesta. Eso los excitaba aún
más.
Les encantaba sentir como sus manos se descubrían.
Estaban locos por continuar en esa aventura y
dejarse llevar por la pasión.
Inmediatamente
salieron dirección a la habitación,
Justamente cuando el ascensor estaba con las puertas casi cerradas, se
percataron por el hueco como entraba personal de la limpieza de las
instalaciones.
Habían
salido a toda prisa y se habían escapado por los pelos.
Eran las 6 de la mañana y aún era de noche.
Necesitaban una ducha y subieron a la
habitación, se hallaba en la última
planta del edificio. Ella no tenía ganas de terminar aquello y él tampoco.
Llegaron
a la habitación, muy apropiada para la ocasión, al ver el número sobre la
puerta se miraron y se echaron a reír
entre dientes.
Ella lo miró y dijo - ¿no pensarás que
voy a ducharme sola?