A veces me confundo, me miro al espejo, suele ser en la noche, cuando nadie detiene su mirada en mí , aunque últimamente, ya nadie lo hace.
Pienso que soy yo quién los alejo, que soy la enfermedad, que soy la tristeza, la lágrima y la desesperación, el miedo o ese mal carácter que a veces se escapa de mí como si tuviera vida propia y me hundiera en un oscuro pozo, sin voz.
Me convenzo de que todo eso me define, como si un cúmulo de sombras hubiera quedado a vivir en mi corazón. Pero no es así.
Yo no soy enfermedad.
Yo no soy tristeza.
Yo no soy miedo ni rabia.
Yo soy mucho más.
Lo que siento, lo que me pesa y lo que me duele, son heridas que aún no han sanado. Cicatrices abiertas que gritan porque necesitan ser escuchadas, comprendidas y, sobre todo, abrazadas. No con rechazo, no con vergüenza, sino con amor.
Pienso por un momento: ¿qué pasaría si en lugar de juzgarme por mis sombras, las miraras como señales de algo más profundo? La ira no es más que un grito de mi interior pidiendo paz.
Mi tristeza es un río que me recuerda que aún hay algo por soltar.
Mi miedo es solo un guardián que me avisa que estás a punto de dar un paso importante.
Mi mal carácter, tantas veces condenado, puede ser la expresión desesperada de un corazón que pide atención y ternura.
No me voy a castigar por sentir.
No soy débil por llorar aunque me duela , ni mala por enfadarme, ni insuficiente por tener días oscuros.
Dentro de mi existe una fuerza inmensa, un centro de luz que no se apaga aunque yo crea que vivo en penumbra.
Lo demás son capas, aprendizajes, experiencias y heridas que poco a poco se pueden transformar.
Sanar no siempre es rápido ni sencillo. Requiere paciencia, compasión contigo mismo y la valentía de mirar de frente lo que duele.
Pero cada pequeño paso hacia mi interior, cada acto de amor propio, cada respiración consciente que me recuerda que siguo aquí, es un avance. Y créeme: se puede sanar.
La vida no me trajo hasta aquí para que viviera atrapada en mis heridas, sino para que, a través de ellas, descubra tu grandeza. Permítirme el perdón, la ternura, la aceptación, ahora inimaginable , es posible No se trata de negar lo que siento, sino de abrazarlo y transformarlo.
Porque en lo más profundo, yo no soy el dolor, soy la medicina que lo puede sanar.
Hoy me mírare al espejo y recordaré: “No soy mis heridas, soy el amor que las cura”. ✨
Enmanuelle L 29 Octubre de 2025
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