viernes, 4 de mayo de 2018

El salvador de mi día



La semana  estaba siendo muy estresante, me había visto obligada a realizar actos que llevaba mucho tiempo aplazando.

Me despedí del sargento sin muchas  ilusiones de que algo se solucionará, de vuelta a casa decidí escuchar música en mi emisora preferida, la melodía que sonaba hizo que sus palabras calaran en mí;

Levantarme de la cama y empezar,
No liarme, ni tirarme en el sofá,
Apuntarme en el recuerdo
No olvidarme de olvidar
No olvidarme que tengo que olvidar…..


Esas palabras no dejaban de rondar mi cabeza. Legue a casa, solitaria y silenciosa, me dirigí directa a la ducha, dejando que el agua caliente recorriera mi cuerpo, como si con cada gota de agua, mis problemas desaparecieran por el sumidero.

Realice el mismo ritual, la esponja natural que me regalo un amigo hizo que volviera a mi mente nuestro último encuentro, deje que el gel se fundiera con ella y por un momento, conseguí dejar mi mente en blanco.

                
                                


El tacto del aceite sobre mi cuerpo era un suplicio, imaginaba sus manos recorriéndome, erizando mi piel.

Volví a la realidad, no era un día para soñar.

Un ligero picardías rojo es la única prenda que cubre mi cuerpo, seco mi pelo frente al espejo, el recuerdo de sus besos en mi cuello,  comenzaron  a sumergirme  de nuevo en la misma persona.

Apago el secador de pelo, me apetece un poco de silencio acompañada con una copa de vino, me dirijo hacia el sofá, me derrumbo sobre él.
Mis dedos recorren el borde de la copa sin dejar de pensar en aquel hombre que no deja de visitar mi mente.

-Hoy sería un buen día para servirte una copa de vino-  sin dudarlo la invitación estaba lanzada.

-Me encantaría una copa de vino- su respuesta hizo que sonriera, el juego acababa de empezar.

-Con una condición, nada de hablar, solo disfrutar-  sin dudarlo,  acepto.

Una hora más tarde las luces de su coche me avisaron de su llegada,  descorcho la botella de un buen vino tinto.

El sonido del licor de uva al caer en la copa, hace muy dulce la espera.

Espero su llegada apoyada en el marco de la puerta de entrada, sus pasos son firmes y decididos hasta llegar a mí.

Su mano recorre mi cintura con seguridad, sus labios ahogan mi saludo, está decidido a cumplir mi petición.

El largo pasillo desaparece ante nuestra desesperación, la copa de vino quedo sobre la mesa de la entrada.

El sofá es el encargado de frenar nuestros pasos, sus labios no se separan  de los míos, sus manos recorren mi cuerpo con ansiedad, mis manos siguen el juego sobre su piel, su cuello, disfrutan el tacto de un hombre tan varonil.

Su mirada desafiante controla mis actos, está dispuesto a cumplir su palabra y hacer que me olvide de todo.

Sin esperarlo, sus grandes manos giran mi cuerpo, frente a mi, el gran ventanal, tras de mí, un hombre imperioso,  dispuesto a satisfacer el deseo de ambos……

Siento su mano rozar mi cuello.

-¿Estás preparada para disfrutar?

Cada una de sus palabras recorre mi cuerpo, que se ofrece a él con suma devoción.

El tacto de su pecho en mi espalda, su respiración agitada cerca de mi cuello, sus dedos rozando mis labios, me deleito impregnándome de cada segundo, ha conseguido hacerme olvidar el día, solo deseo disfrutar este momento.

Su virilidad entra en mí sin avisarme, un suspiro desgarrador balbucea entre mis labios, el placer es máximo, haciendo que mi cuerpo se derrita entre sus brazos. 


                                           



  No me deja caer, en este momento soy suya y lo sabe,  entre sus brazos comenzamos el vaivén de 
  un juego que nos fascina a ambos, sus dedos, dulcemente, se introducen en mi boca acallando mis      gemidos.

 Gotas de sudor recorren mi espalda,  mi cabeza apoyada en su cuello, le facilita encontrar mis   labios…
-     
           --Regálame  tu placer, quiero que solo pienses en mí.  
   
        Muerde mis labios acelerando el ritmo de su cuerpo, ansioso, absorbe cada uno de mis gemidos          haciéndome enloquecer.

Tras varios orgasmos continuados, mi cuerpo comienza a desfallecer, su ímpetu me agota.

Me sostiene entre sus brazos frente al ventanal, el cristal refleja su sonrisa, el brillo de sus ojos,  dos cuerpos desnudos regados del sudor de ambos, la fascinante sospecha al pensar que algún desconocido haya presenciado   nuestro encuentro.

-Descansa princesa, aún no hemos acabado.

                                              Enmanuell L 4 de Mayo de 2018

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