La semana estaba siendo muy estresante, me había visto obligada
a realizar actos que llevaba mucho tiempo aplazando.
Me despedí
del sargento sin muchas ilusiones de que
algo se solucionará, de vuelta a casa decidí escuchar música en mi emisora
preferida, la melodía que sonaba hizo que sus palabras calaran en mí;
Levantarme de la cama y empezar,
No liarme, ni tirarme en el sofá,
Apuntarme en el recuerdo
No olvidarme de olvidar
No olvidarme que tengo que olvidar…..
Esas
palabras no dejaban de rondar mi cabeza. Legue a casa, solitaria y silenciosa,
me dirigí directa a la ducha, dejando que el agua caliente recorriera mi
cuerpo, como si con cada gota de agua, mis problemas desaparecieran por el
sumidero.
Realice el mismo
ritual, la esponja natural que me regalo un amigo hizo que volviera a mi mente
nuestro último encuentro, deje que el gel se fundiera con ella y por un momento,
conseguí dejar mi mente en blanco.
El tacto del
aceite sobre mi cuerpo era un suplicio, imaginaba sus manos recorriéndome,
erizando mi piel.
Volví a la
realidad, no era un día para soñar.
Un ligero
picardías rojo es la única prenda que cubre mi cuerpo, seco mi pelo frente al
espejo, el recuerdo de sus besos en mi cuello, comenzaron
a sumergirme de nuevo en la misma
persona.
Apago el
secador de pelo, me apetece un poco de silencio acompañada con una copa de
vino, me dirijo hacia el sofá, me derrumbo sobre él.
Mis dedos
recorren el borde de la copa sin dejar de pensar en aquel hombre que no deja de visitar mi mente.
-Hoy sería
un buen día para servirte una copa de vino-
sin dudarlo la invitación estaba lanzada.
-Me
encantaría una copa de vino- su respuesta hizo que sonriera, el juego acababa
de empezar.
-Con una
condición, nada de hablar, solo disfrutar-
sin dudarlo, acepto.
Una hora más
tarde las luces de su coche me avisaron de su llegada, descorcho la botella de un buen vino tinto.
El sonido
del licor de uva al caer en la copa, hace muy dulce la espera.
Espero su
llegada apoyada en el marco de la puerta de entrada, sus pasos son firmes y
decididos hasta llegar a mí.
Su mano
recorre mi cintura con seguridad, sus labios ahogan mi saludo, está decidido a
cumplir mi petición.
El largo
pasillo desaparece ante nuestra desesperación, la copa de vino quedo sobre la
mesa de la entrada.
El sofá es el encargado de frenar nuestros pasos, sus labios no se separan de los míos, sus manos recorren mi cuerpo con
ansiedad, mis manos siguen el juego sobre su piel, su cuello, disfrutan el
tacto de un hombre tan varonil.
Su mirada
desafiante controla mis actos, está dispuesto a cumplir su palabra y hacer que
me olvide de todo.
Sin
esperarlo, sus grandes manos giran mi cuerpo, frente a mi, el gran ventanal,
tras de mí, un hombre imperioso, dispuesto a satisfacer el deseo de ambos……
Siento su
mano rozar mi cuello.
-¿Estás preparada
para disfrutar?
Cada una de
sus palabras recorre mi cuerpo, que se ofrece a él con suma devoción.
El tacto de
su pecho en mi espalda, su respiración agitada cerca de mi cuello, sus dedos
rozando mis labios, me deleito impregnándome de cada segundo, ha conseguido
hacerme olvidar el día, solo deseo disfrutar este momento.
Su virilidad
entra en mí sin avisarme, un suspiro desgarrador balbucea entre mis labios, el
placer es máximo, haciendo que mi cuerpo se derrita entre sus brazos.
No me deja
caer, en este momento soy suya y lo sabe,
entre sus brazos comenzamos el vaivén de
un juego que nos fascina a
ambos, sus dedos, dulcemente, se introducen en mi boca acallando mis gemidos.
Gotas de
sudor recorren mi espalda, mi cabeza apoyada
en su cuello, le facilita encontrar mis labios…
-
--Regálame
tu placer, quiero que solo pienses en
mí.
Muerde mis labios acelerando el ritmo de su cuerpo, ansioso,
absorbe cada uno de mis gemidos haciéndome enloquecer.
Tras varios orgasmos continuados, mi cuerpo comienza a
desfallecer, su ímpetu me agota.
Me sostiene entre sus brazos frente al ventanal, el cristal
refleja su sonrisa, el brillo de sus ojos,
dos cuerpos desnudos regados del sudor de ambos, la fascinante sospecha
al pensar que algún desconocido haya presenciado nuestro
encuentro.
-Descansa princesa, aún no hemos acabado.
Enmanuell L 4 de Mayo de 2018