Sentada en un gran sillón, al
fondo de un largo pasillo, con solo un collar y un body rojo, un vaso de whiski
en mi mano, con uno de mis dedos, bordeando el contorno de la copa esperando
que la puerta se abra.
Media hora después el sonido de
la llave me alerta, la luz del rellano es la única presente en la vivienda,
continuo en la oscuridad dando un ligero sorbo al licor, mi respiración se
acelera.
En el marco de la puerta,
revisando el correo, su silueta me excita, lo miro fijamente disfrutándolo.
Antes de saber cuál va a ser su reacción, el interruptor cambia de posición
alumbrando el habitáculo, al final del largo pasillo su sorpresa lo
espera.
-Hola, te esperaba.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo has
entrado? -Se mantiene a una distancia prudente.
-¿No me saludas?
-Podemos hablar desde esta
distancia.- No quiere acercarse aunque sus ojos recorren mi cuerpo.
Cruzo mis piernas, apoyando mi
codo en el reposa brazos, mis dedos comienzan un tímido juego arqueando
mechones de mi pelo, los dedos de mi mano derecha dibujan semicírculos cobre mi
pecho.
-¿A qué has venido?- cada palabra
suya es un paso más hacia mí. Su aroma comienza a envolverme, dejándome llevar
por mis instintos, me reincorporo en el sillón dejando mis brazos apoyados.
Mirándolo fijamente a los ojos le respondo:
- He venido a cumplir una vieja
promesa. Una de mis manos retira mi melena de mi cara, volviendo a bajar por mi
rostro, mis dedos juegan con mis labios.
Sus ojos siguen el juego, sus
pupilas cada vez más dilatadas me inducen a continuar con mi juego.
Dejo que mi mano baje por mi
cuello hasta mi pecho, pellizco con mis dedos húmedos uno de mis pezones,
erecto, me encamino al otro. Mis dos manos se dedican a acariciar mis pechos.
Noto su mirada cada vez mas
encendida,
Desahoga su corbata sin dejar de
mirarme, al tiempo que se sirve una copa casi instintivamente.
Mi mano se desliza por mi cuerpo
dibujando sobre mi ombligo sedosos círculos, comienza a despojarse de su
chaqueta, dejándola caer al suelo.
Mi rodilla se contrae apoyando mi
pie en el filo del cálido sillón, su mirada mi provoca, muerdo mis labio
inferior, mis dedos celosos, se apresuran a ser mordidos, esta claro, lo
deseo.
Apoyado en la pared me observa.
El calor que desprende el centro
de mi deseo, hace que desee mitigarlo, desciendo mi mano con suavidad, mi
respiración se acelera al tacto con mi clítoris excitado, la humedad que lo inunda
no me sorprende, siempre me excito de forma incontrolada.
Acaricio mi vulva con su mirada
fija en él, pequeñas descargas de placer acompasan el movimiento de mis dedos,
siendo cada vez más acelerados.
Su mano acaricia su entrepierna,
la silueta de su marcado pene hace que mi cuerpo se inunde en un estallido de
placer cerrando mis ojos ante tal intensidad.
Bruscamente mi cabeza retrocede,
de pie frente a mí, su mano acaricia mi cuello, lo miro, me sonríe con fuego en
la mirada, le sonrió, sé lo que desea.
Mi mano acaricia su pene sobre el
pantalón, un gemido ahogado al notar su pene palpitando en mi mano.
Bajo la cremallera, introduzco mi
mano liberando su glande húmedo, lo rozo con mis dedos, su cuerpo tiembla, me
siento una diosa al comprobar el placer que le dedico.
Acerco mi boca dejando que sienta
mi aliento sobre él, beso la cabeza de su pene lamiéndola con mimo, su cuerpo
se arquea, su cabeza retrocede.
Su impaciencia es notable, con su
mano en mi cabeza presiona su cadera contra mi boca dejándola repleta de su
enorme virilidad.
Mi lengua saborea cada milímetro,
mis labios presionan con ansias en cada embestida. Su mano busca mi pecho
apretándolo con locura, mi excitación es máxima, intento acariciar mi clítoris
ansioso de caricias y enfurezco al comprobar que él me lo impide.
Con un rápido movimiento, mi
cuerpo queda con él a mis espaldas, arropada al sillón sube mi pierna dejando exponiendo
a él todo mi deseo.
Sus expertas manos juegan con mi
vulva y la entrada de mi ano, hace que mi cuerpo se inunde el segundo de mis
orgasmos no tarda en llegar, mis piernas tiemblan casi haciéndome caer, sus
manos me sujetan con fuerza.
Sin pensarlo dos veces, su glande
ronda mi ano, siento la presión al entrar con decisión dentro de mí.
No sé si es placer o dolor, sé
que disfruto cada embestida que me dedica.
Sentado en el gran sillón, se
relaja mirando cómo me visto de nuevo, dándole un suave beso, me despido:
-Promesa cumplida
Enmanuell L 8 de Octubre de 2014