martes, 19 de agosto de 2014

La estación de mi deseo




Conduzco mi coche sin rumbo, la autovía se encuentra solitaria, mi mente en blanco solo desea conducir.

Kilómetros y kilómetros sin parar, la velocidad crece, lo sé, lo veo, pero no puedo parar.

El resplandor de la una ciudad lejana, me devuelve a la realidad, reconozco el paisaje, la gran noria me saluda a  mi paso, mi pie deja de acelerar, recuerdos lejanos pasan por mi mente, la luz del intermitente se ilumina, casi instintivamente decido salir de la autovía, sin saber aún donde voy.

Calles desiertas, iluminadas por farolas parecen señalar mi camino. Un giro a la derecha, otro a la izquierda, un semáforo, conduzco sin rumbo cuando mi respiración se acelera, reconozco el paisaje.

Un último giro a la izquierda, las estrechas calles dejan paso a un solo aparcamiento donde detengo el motor de mi coche. Un escalofrió recorre mi espalda, la sensación recorre mi cuello, mi piel erizada me impulsa a una de las puertas de los adosados.

Frente a ella sin llamar, me repito una y otra vez que debería marcharme, inconscientemente, mi mano se desliza por el pulsador del timbre. Siento deseos de huir, correr, desaparecer, pero mis pies están petrificados.

La luz de la segunda planta se ilumina, el sonido de unos pasos bajan la escalera, es mi oportunidad para desaparecer, mi mente lo sabe pero mi cuerpo lo ignora.

La llave gira, el pomo de la puerta entrevé un rayo de luz sobre mí. Sus ojos, esos ojos intensos, sorprendidos, mudos mirándome. Dejo que mi instinto me guié acercándome a él, mi mano acaricia su mejilla, observo como mis dedos recorren su piel, el calor de su cuerpo me abrasa deslizando mis dedos sobre sus labios, cuanto tiempo he deseado acariciar sus labios.



Lo deseo, lo deseo demasiado, me acerco a él con temor, mis labios desean besarle y lo hago, lo beso con mimo dejando mi alma sumergida, lo deseo con desesperación, saciando un beso deseado sin saber si es mutuo.

Disfruto cada uno de los segundos. Su mano recorre con seguridad  mi cintura acercándome a él, haciendo que crezca mi deseo. La puerta se cierra, nuestros pasos ciegos se dirigen hacia el salón, me desnuda a cada paso, mi boca recorre su cuello, gemidos ahogados comienzan a surgir en ambos.

Frente al sofá, desnudo su cuerpo ya excitado, sonreímos, los dos sabemos y deseamos lo que lo que va a ocurrir.

Le invito a sentarse, mi mirada se ha vuelto pícara, juguetona y decidida recorriendo con mis manos su pecho, deslizándolas por su cintura, beso su torso tras ellas,  dejándome caer arrodillada frente a él.  Le dedico cada uno de mis deseos, su pene erecto busca el calor de mi boca, dejo que sus impulsos salvajes de apoderen de mí.

Cinco minutos después, sus manos recorrer mis hombros invitándome a refugiarme en su cuerpo, ahora es él quien sonríe dejando su cuerpo a mi merced. Sin dudarlo me deslizo dejando que mi sexo acoja su gran pene, mi respiración entrecortada al deslizar mi cuerpo sobre él, derritiéndome por momentos, su lengua acaricia mis pechos dejando paso a su boca, encargada de morder mis pezones arrancando gemidos desesperados, sus manos empotrando y saciando mi ser.

La locura se apodera de mí abalanzándome sobre su cuello, lo muerdo, lo deseo, siento sus manos apresuradas recorriéndome, marcando el ritmo incesante de vaivenes lujuriosos.




El calor tan deseado comienza a invadir cada uno de mis poros, deseo dejarme llevar entre sus brazos, los mismos que detienen el frenético desenfreno.

-Te deseo- sus ojos encendidos me abrasan ante las únicas palabras que toman forma en toda la noche, su mano atrae mi cuello, su boca a dos centímetros de la mía me excita al oír sus palabras. Ambos sucumbimos al estallido de nuestros cuerpos.

Abro la puerta tras observar mi pasión prohibida descansar desnudo sobre el sofá.

El amanecer me acompaña hasta mi coche, es el comienzo de un nuevo día del resto de mi vida.


                                     Enmanuell L  19 de agosto de 2014






No hay comentarios:

Publicar un comentario