Fiesta ibicenca
La invitación ha llegado por sorpresa, la semana a sido
agotadora, aun así acudiré.
No tengo mucho tiempo, me dirijo al baño, frente al espejo
miro mi aspecto deberé arreglarme rápido y no tengo nada preparado. La fiesta
es ibicenca, perfecto, me decido por un vestido blanco que aún no he estrenado.
El vestido es sencillo, el tejido es suave y desliza por mi
piel quedando ajustado a ella como un guante, es de color blanco roto, dos finos tirantes sobre mis
hombros destacan sobre mi piel ya morena del verano. Mi cabello sobre ellos cae
alborotado dándome un toque desenfadado, un solo retoque a mis labios
sonrojados, zapatos con no mucho tacón y
lista.
La casa esta espectacular, luces, música, apartada queda una
casita de madera con una luz tenue en su interior, la piscina cubierta de
pétalos de rosas, antorchas distribuidas por el recinto resaltan la gran mesa
ubicada en el centro del jardín. Saludo a mi amiga, esta radiante y feliz a la
par que nerviosa, es la última fiesta del verano y a querido que sea
inolvidable. En la mesa no falta nada, incluidos sus famosos cocteles en uno de sus extremos, saludo a los
asistentes que ya conozco.
Mi mirada se detiene
en un desconocido, me mira sonriendo, sus ojos me desnudan intencionadamente,
le sonrió y continúo saludando a mis amigos. Decido servirme un coctel de cava,
detrás de mí una voz me saluda, mi cuerpo se altera ante esa voz venida del
pasado. Sensaciones contradictorias me invaden, ¿deseo? ¿Rencor? ¿Miedo?
Sin girarme le devuelvo el saludo, conoce bien cada uno de
mis secretos, su mano se apoya en mi hombro haciendo que lo mire, está más
espectacular que nunca- ¿cómo estás? No sabía que coincidiríamos esta noche-
son las únicas palabras que puedo articular, se acerca a mi depositando un beso
en mi mejilla, un beso reposado dejando que me inunde de su aroma.
Tras una charla corta me despido de el vagando
por el jardín sin rumbo, con mi coctel en mi mano me dirijo hacia uno de los
paseos del jardín, demasiadas sensaciones contradictorias en mi mente, los
recuerdos de aquella fugaz relación prohibida me estremecen.
Al fondo del camino la luz tenue de la cabaña de madera
llama mi atención, suspiros ahogados escapan por una pequeña ventanita trasera,
siempre fui muy curiosa y con una sonrisa me acerco a ella, tras los cristales
mis ojos vislumbran dos cuerpos sudorosos en su interior, reconozco sus caras
asombrándome del espectáculo que admiro sin poder evitar.
Una mano recorre mi espalda, intento girarme pero me es
imposible, el cuerpo de un hombre presiona mi cuerpo contra la rígida madera de
la cabaña tapando mi boca con la mano que le queda libre, su aroma me hace
reconocerlo, su voz penetrante me susurra casi en un suspiro: - ¿te gusta lo
que ves? Déjate llevar, veámoslo juntos -. Su mano es la encargada, bajando por
mi espalda, la que hace que no me resista, ambos miramos la escena, el deseo
incrementa en mi interior al notar su mano subiendo por mi pierna
acariciándome, levanta mi corto vestido llegando a mi cadera, un temblor
recorre mi cuerpo, no soy dueña de mí y disfruto cada sensación, su boca se
desliza a mi cuello rozándolo con sus labios, ya no es necesario tapar mi boca
y su mano baja a mi pecho acariciándolo suavemente.
Su excitación es superior a la mía, su cuerpo contra el mío me lo hace saber, cierro los ojos el placer me invade es su voz quien
con una sencilla orden hace que los habrá:- quiero que seamos los dos quien lo
disfrutemos, abre los ojos – una de sus manos dirige la mía al centro de su
placer liberándolo, el tacto con su piel me excita, lo acaricio con
impaciencia haciendo que su cuerpo se
rinda a mi mano, su mano maestra busca mi monte de venus acariciándolo como solo él lo sabe hacer.
Mi cuerpo tiembla incesantemente, vibra ante la situación que estoy viviendo. Los cuerpos de
los amantes furtivos sudan ante nuestras
miradas, sus gemidos se hacen míos cuando él me susurra cada movimiento con el
que piensa deleitarme, su mano deja mis pechos para introducir sus dedos en mi
boca aplacando mi respiración, retira con maestría mi tanga haciendo que su penetración
sea lenta, casi una tortura, muerde mi cuello, me siento desvanecer ante el
placer que me invade. Sus acometidas contra mí son cada vez más violentas y
deseadas. Sus brazos me atraen a su cuerpo, sus dedos en mi boca imitan el vaivén
de sus caderas. ¿Estoy subiendo al cielo
o bajando al mismo infierno? La pasión me desborda dejo que sea mi maestro el
que me lleve de su mano, mi cuerpo es incapaz de mantenerse en pie, giro mi
cara suplicándole que acabe con mi tortura y me deje ir, sus palabras son mis órdenes:
- ¿deseas liberar tu cuerpo princesa? Hagámoslo juntos – Su brazo continua
manejando mi cuerpo a su antojo, su mano se desliza a mi clítoris, una
corriente de sensaciones explota en mi sacudiéndome con fuerza, mis manos
buscan apoyo en la pared extasiada. Cuando recupero la respiración mi amante
ocasional a desaparecido, recompongo mi vestido y de vuelta en la fiesta su
sonrisa es mi bienvenida.
Enmanuell 26 de agosto de 2013