jueves, 7 de septiembre de 2017

Sin pensar, tus manos me hacen olvidar.




La semana  estaba siendo muy estresante, me había visto obligada a realizar actos que llevaba mucho tiempo aplazando.
Me despedí del sargento sin muchas  ilusiones de que algo se solucionará, de vuelta a casa decidí escuchar música en mi emisora preferida, la melodía que sonaba hizo que sus palabras calaran en mí;

Levantarme de la cama y empezar,
No liarme, ni tirarme en el sofá,
Apuntarme en el recuerdo
No olvidarme de olvidar
No olvidarme que tengo que olvidar…..

Esas palabras no dejaban de rondar mi cabeza. Legue a casa, solitaria y silenciosa, me dirigí directa a la ducha, dejando que el agua caliente recorriera mi cuerpo, como si con cada gota de agua, mis problemas desaparecieran por el sumidero.

Realice el mismo ritual, la esponja natural que me regalo un amigo hizo que volviera a mi mente nuestro último encuentro, deje que el gel se fundiera con ella y por un momento, conseguí dejar mi mente en blanco.

El tacto del aceite sobre mi cuerpo era un suplicio, imaginaba sus manos recorriéndome, erizando mi piel.

Volví a la realidad, no era un día para soñar.

Un ligero picardías rojo es la única prenda que cubre m cuerpo, seco mi pelo frente al espejo, el recuerdo de sus besos en mi cuello,  comenzaron  a sumergirme  de nuevo en la misma persona.

Apague el secador de pelo, me apetecía un poco de silencio acompañada con una copa de vino, me dirigí hacia el sofá, me derrumbe sobre él.


Mis dedos recorrían el borde de la copa sin dejar de pensar en aquel hombre que no dejaba de visitar mi mente.

-Hoy sería un buen día para servirte una copa de vino-  sin dudarlo la invitación estaba lanzada.

-Me encantaría una copa de vino- su respuesta hizo que sonriera, el juego acababa de empezar.

-Con una condición, nada de hablar, solo disfrutar-  sin dudarlo,  acepto.

Una hora más tarde las luces de su coche me avisaron de su llegada,  descorcho la botella de un buen vino tinto.

El sonido del licor de uva al caer en la copa, hace muy dulce la espera.

Espero su llegada apoyada en el marco de la puerta de entrada, sus pasos son firmes y decididos hasta llegar a mí.

Su mano recorre mi cintura con seguridad, sus labios ahogan mi saludo, está decidido a cumplir mi petición.

El largo pasillo desaparece ante nuestra desesperación, la copa de vino quedo sobre la mesa de la entrada.

El sofá fue el encargado de frenar nuestros pasos, sus labios no se separaban  de los míos, sus manos recorrían mi cuerpo con ansiedad, mis manos recorrían su piel, su cuello, disfrutaban el tacto de un hombre tan varonil.




Su mirada desafiante controlaba mis actos, estaba dispuesto a cumplir su palabra y hacer que me olvidase de todo.

Sin esperarlo, sus grandes manos giran mi cuerpo, frente a mi, el gran ventanal, tras de mí, un hombre imperioso,  dispuesto a satisfacer el deseo de ambos……


                                                             

                                                                        Enmanuell L 7 de Septiembre de 2017

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