Sonrió ¿me atreveré a
mandarle un mensaje?
Sentado frente a mí, es el centro de la comitiva. Se explica
perfectamente, todo el mundo lo escucha con atención.
He sido invitada por uno de los socios y simplemente permanezco
sentada observándolo, centrándome en el
movimiento de sus labios, son carnosos y muy provocadores.
Su mirada me busca con disimulo, mis gafas de sol son mis
aliadas, sonrió al pensar en su reacción si recibiera un mensaje mío en este
momento.
Me gusta jugar ¿por qué no hacerlo?
Creo que se ha percatado de mi maliciosa sonrisa, es lo que
me decide a hacerlo.
- Tengo una duda – permanezco atenta a su reacción, no puedo
reprimir morder mi labio inferior al ver como acerca su mano al celular, todo parece
suceder a cámara lenta, su mano
desbloqueando la pantalla, su respiración entrecortada al ver que soy yo quien
le escribe, su determinación acompañada de una sonrisa al contestarme.
Por un segundo su oratoria se detiene, su mirada se clava en
mí y una intensa sensación recorre mi cuerpo.
¿No debería haberlo hecho? El sonido de mi móvil acelera mi pulso, dando
paso a la certeza, el juego acaba de empezar al leer su mensaje.
-Pregunta- su mirada
se cruza con la mía devolviéndome la sonrisa e incitándome a jugar.
La tarde nos ofrece momentos, solo para dos, dejando que crucemos mensajes ante la
ignorancia de los demás, yo, en un segundo plano, él, barajando con soltura la
situación.
Es un juego que ambos disfrutamos, un aliciente que nos hace
evadirnos y disfrutar, el peligro de lo indebido consigue que queramos jugar.
El manto de la noche cae sobre nosotros, poco a poco, los
socios han comenzado a despedirse , es hora del aperitivo. La distancia entre
ambos comienza a disminuir.
La conversación entre los rezagados deja paso a confidencias
y risas que todos disfrutamos, tras la cena la distancia entre ambos a
disminuido, el roce de nuestras manos es leve y esencial.
Tras la cena, cada segundo robado ante los demás es un
triunfo.
La hora de las copas desinhibe por completo cualquier atismo
de vulnerabilidad, nos dejamos llevar jugando con las palabras, su mirada se
centra en mis labios…
Un nuevo mensaje interrumpe el momento tan deseado, reclaman
su presencia y es algo a lo que no se puede negar .
Se despide casi con
un lamento..
-Buenas noches, esta noche hablamos ¿estarás?