El pasillo, ahora vacio, del que ha sido mi hogar los dos últimos años, se despide de mí a cada paso.
En las habitaciones resuenan ecos de los momentos vividos durante este tiempo, risas, miedos, icertidumbres ante una vida incierta.
La cama que nos acogio a los tres la primera noche de confusión, ahora nos sonrié sabedora que hemos superado un pasado amargo y de la ilusión que tenemos por un futuro mejor.
El presente, donde nos encontramos descubriendo una nueva vida que afrontamos con serenidad y decisión.
Recuerdo las primeras risas sinceras a sus once años, la incredulidad en la cara de su hermana y la mia propia. El orgullo al saber que había hecho lo correcto aunque el temor que me atenazaba hubiera dilatado mucho la decisión.
Poco a poco la casa se fúe llenando de nuevos amigos, personas que siempre quedarían en nuestras vidas, regalandonos su tiempo, preocupación y consejos que siempre nos hicierón sentirnos parte de gran familia que nos abrio los brazos y las puertas de su corazón.
El paso de los días afianzo algo que yo ya sabía, los tres somos una piña para lo bueno y lo malo.
Una nueva prueba nos vuelve a poner en una encrucijada.
Veinte días para decidir otro cambio en nuestras vidas.
Sé que yo, como cabeza de familia debo tomar las decisiones, nunca es facil, siempre dejas personas y cosas importantes atras. Por ese motivo recurro a su opinión, nunca me fallan, siempre lo mejor para los tres.
También he pedido opinión a las pocas personas que me importan, no siempre soy objetiva y tener a alguien que te enfrente a relidad es un privilegio.
Hoy el pasillo de mi casa vacia me anima a continuar mi vida, no sin apenarse por mi, déjare parte de mi corazón, sueños e ilusión.
Una nueva aventura me espera y la afrontaré con pasión, porque ellos son lo más importante en mi vida: Mis hijos, el motor de mi corazón.
sábado, 10 de junio de 2017
Mis hijos, el motor de mi corazón.
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