Viajar a Argentina siempre había sido uno de mis sueños, tras seis meses ahorrando al fin tenía en mi
mano el billete de avión con el itinerario a seguir, la semana que iba a visitar ese país.
Una noche cerrada, deje atrás España para cumplir mi sueño,
doce horas de viaje sin transbordo, un sinfín de incógnitas que descubrir al pisar suelo
Argentino, hacían que mi estado de nerviosismo aumentara.
Las azafatas, con su innegable acento seductor eran muy
amables y amigables. Descendí cada uno de los escalones que pondrían bajo mis
pies mi sueño.
El clásico silbido de mi móvil, avisándome de los mensajes
recibidos, hace que baje de mi nube.
Entre ellos, recibo uno del chico que siempre me hizo sonreír con su simpatía y
lo provocador de sus palabras.
Una sonrisa pícara aparece en mi rostro, ahora seré yo quien
le rete, ya que él no sabe de mi viaje a su país.
Sabiendo de antemano cuál es su trabajo, localizo la ruta
que día a día realiza.
Esteban es un chico moreno, algo mayor que yo, de ojos
marrones y cálida sonrisa.
Las puertas del bus al fin se abren, frente a mi Esteban
uniformado no se percata de la presencia de una española al saludarlo, para él
es común debido a la emigración.
Realizo religiosamente el pago de mi billete, su perfume me
embriaga al sentirlo tan cerca y pensar que ahora soy yo, quién puede jugar.
Recorro el estrecho pasillo hasta quedar tres filas tras de
él, durante quince minutos lo observo, quiero asegurarme que es él quién busco.
Le comento sus publicaciones esperando su reacción, le incito a imaginar mi cercanía, saber cómo
actuaria al sentirme. Con cada parada Esteban, no duda en revisar su celular y contestarme. Sus
suaves manos teclean las letras con dulzura, desde mi asiento, la comisura de
sus labios al responderme me eriza la piel.
Mi mirada fija sobre él, llama su atención, su mirada, penetrante
por el retrovisor, se fija en mi corto vestido, me recorre lentamente con ella sin apenas disimular. Parada a
parada, los pasajeros dejan lugar a un silencio deseado.
Soy su única pasajera recorriendo los pequeños barrios, su mirada continua fija en mí, recibe un nuevo mensaje mío ¿qué ocurriría si solo estuviéramos
los dos en este momento?
Su respuesta no tarda en llegar: Te invitaría a sentarte
junto a mí.
Sin apenas dudarlo, recorro los pocos metros que me separan
del asiento del copiloto. El calor comienza a ser agobiante. Sin cruzar palabra
alguna, me mira y sonríe.
-¿Qué harías si eso ocurriera?- dejo que mi lengua sacie el
calor de mis labios sabiendo que su mirada será mía.
- Desearía ver como desabrochas
uno a uno los botones que oprimen tu pecho.- Sonrió el ver su contestación en
mi móvil, dejándolo después sobre el salpicadero.
Me giro sobre mi asiento, quedando frente a él, sus ojos
incitan fuego, su mezcla entre incredulidad y deseo, me reta a continuar. Cruzo mis piernas dejando que sea el juego de
mis piernas quien lo atraiga, rozo mi cuello con la yema de mis dedos, probocándolo
al dejarlos bajar por mi escote.
Los móviles han pasado a un segundo plano, sobran las
palabras, su excitación es patente, sus vaqueros no pueden disimularlo.
Esteban intenta conducir siéndole cada vez más
imposible. Mis pies, descalzos, rozan su
muslo, mi mira fijamente, mis labios húmedos reclaman su atención.
La oscuridad se hace patente, frente a nosotros queda la
terminal, última parada de la jornada.
¿Qué desearías que ocurriera ahora?- mis palabras cargadas
de intención incrementan su excitación. Suspira antes de contestar.
-Desearía que te acercaras a mí despacio.- sin dudarlo me dirijo a mi destino, deslizándome frente a
él hasta quedar apoyada en el volante.
Su cuerpo arde ante mi presencia, su mirada me recorre sin
atreverse a tocarme, se acerca con delicadeza, su mano roza mi pecho sin prisa,
recorre mi cuello y mis labios, ahora es mi respiración la que se entrecorta,
su mano izquierda dibuja un camino sedoso en mis muslos, juega sobre la tela
que me cubre haciéndome gemir. Levanta mi cuerpo con sus brazos, dejándome sentir
su virilidad.
Sus labios pasean rozando mi cara al susurrarme: - ahora desearía besar tus pechos.
El ardor me quema, no articulo las palabras, dejo caer mi
cuello invitándolo a hacerlo. Sus pasos son increíblemente pausados y
placenteros, haciendo que lo deseé.
Desliza mi vestido dejándolo caer sobre mis brazos, desliza mi sujetador
dejando descubiertos mis senos erectos, su lengua deja su huella en ellos, los
pellizca con dulzura al principio, su cuerpo cada vez más cercano al mío,
invita a mis piernas abrirse a su deseo.
Los suspiros que sus dientes despiertan en mí, aceleran su
locura. Siento sus dedos recorriendo mi
ropa interior, suavemente con semi círculos apasionados, mojando de forma
incontrolable mi tanga.
Su boca disfruta mis pechos, su mano recorre con maestría mi
clítoris, siento una oleada ardiente dentro de mí, mis piernas comienzan a
temblar……..
Enmanuell L 11 de Junio de 2015