Tras dejar kilómetros de alquitrán con el calor reflejado en
el ambiente, frente a nosotros el azul de un mar embravecido, me invitaste a
bajar mi ventanilla, dejando que la brisa marina se impregnara en mi piel.
Deje que mi mano rompiera delicadamente el programado camino
de la brisa, refrescando mi cara y mi pecho de dulce felicidad.
Sentí el calor de tu
mano acariciando la piel de mi rodilla descubierta, mi vestido, quizás
demasiado corto, ha ascendido por mi cuerpo deseoso de calor.
Mi cuerpo encendido ante tu provocación, incito que mis
dedos jugaran, bajando sin temor la
cremallera que unía la fina tela que cubría mis pechos.
El mar recorrió sin acercarse, cada poro de mi piel,
provocando con su roce la erección de mis pechos. Cerré los ojos disfrutando tu
mirada al recorrer mi cuerpo.
El coche se detuvo frente a uno de tantos chiringuitos que
bordeaban la playa. Degustamos el marisco de la zona acompañado de un
refrescante vino blanco, especial, dulce, adictivo.
Entre risas y un sinfín de confidencias, nuestros pies
descalzos se dejaron mimar por tímidas olas, deseando compartir el secreto de
nuestra cita.
Sentados sobre la blanca arena, me regalaste una concha, deje caer sobre mis hombros mi larga melena
morena.
Tus ojos encendidos, dibujaban el contorno de mis labios
perfilados, tus palabras cada vez más cercanas deseaban robar el primer beso de
nuestra cita.
Un beso desconocido, apasionado, dulce a la vez que furioso.
Te sonreí, deseaba sentir el fuego de tu boca en la mía.
El atardecer cubrió el cielo, el rojizo color del sol
besando el cálido azul del horizonte, erizo mi piel.
El tacto de tu brazo rodeando
mi cintura………
Enmanuell L 26 de Mayo de 2015