Es inevitable, sus palabras afloran mis más íntimos deseos.
-Me encuentro de viaje ¿te apetece cenar esta noche?
Durante unos segundos no sé qué contestarle, me apetece
mucho verlo, tengo compromisos y deberé conducir un largo trayecto.
Cierro mis ojos, recordando nuestro último encuentro, mi
piel se eriza en cada decisión.
Organizo los asuntos prioritarios y, sin más dilación,
emprendo el viaje.
Sé que el viaje será largo, pero al final, estarás tú.
Sintonizo mi canal de música predilecto y me dispongo,
decidida, a su encuentro.
Durante el trayecto, la inquietud de un lugar desconocido,
me hace dudar, por un momento sonrió, el
Gps me ayudara a llegar, mi gozo en un
pozo, no he actualizado el dispositivo.
Kilómetros y kilómetros en la travesía más oscura que creo
recordar, mi mente se alienta recordando
sus besos, su sonrisa y su forma de amar.
En el horizonte, las luces brillan sobre el mar, estoy
llegando a puerto, cada vez me acerco más.
El tráfico en hora punta casi no me deja avanzar, estoy en
una ciudad que no he visitado nunca y no sé por dónde continuar.
Me decido a llamarlo, su tono de voz tan característico me
relaja, respiro hondo en pocos minutos lo podre abrazar y besar.
Es fácil, solo debo ir al puerto, unas cuantas calles más y allí
estará.
Subo el volumen, marcha atrás, tres carriles, mucho tráfico,
mi deseo supera el miedo y comienzo a rodar.
Por el momento voy bien, creo que voy a llegar, los nervios
me traicionan al ver que la calle escogida tiene un final.
Lo vuelvo a llamar, entre risas le explico que me he perdido
¡no sé dónde estás jajaja!
Decido parar en una parada de taxis, compruebo de nuevo el
GPS, continua sin funcionar. En este momento no sé si continuar o volver sobre
mis pasos y regresar.
Su llamada me hace desistir, me apetece verlo de nuevo y a
estas horas cenar.
Un taxista generoso me guía, la primera redonda a la
izquierda, en la segunda la tercera salida, continuas recto, en la tercera
redonda la primera y en nada de tiempo estas.
Comienzo a seguir sus instrucciones, parece que no lo estoy
haciendo mal, cada minuto que pasa mis deseos de verlo se incrementan y de
tanto pensar creo que me he equivocado y algo he hecho mal.
Frente a mí la entrada al puerto, “Prohibido el paso” me da por reir, dos patrullas de la
guardia civil me cierran el paso, ni puedo continuar ni puedo dar marcha atrás.
Me decido por la segunda, ya estoy en el puerto y me queda
poco para llegar.
Diez minutos más tarde le comunico que acabo de llegar al
parking, enciendo un cigarrillo, respiro, me dirijo a la máquina expendedora
recogiendo mi ticket y comienzo a subir los pocos escalones que me separan del
paseo marítimo.
Es impresionante el paisaje que me recibe, el mar en calma,
veleros descansando frente a mí, la luna dibuja su silueta, tanta belleza me
deslumbra dedicándome unos minutos reteniendo en mi pupila y en mi mente, la
paz que siento.