Doce de la noche, mi celular me reclama.
Me sorprende leer sus palabras, noto el nerviosismo de sus
palabras.
-¿Duermes?
Sonrió al pensar en nuestro primer encuentro.
Yo, como siempre, acudo a la ayuda de mi amiga.
-Tengo que dejar mi coche, si me acompañas lo recoges-. No lo dude en ningún momento, es una de mis
mejores amigas y su petición no era excesiva.
Ambas nos dirigimos al lugar del encuentro, intento pasar desapercibida
y al mismo tiempo irme lo antes posible, ya que allí, se debatían asuntos
importantes que yo no entendía.
Mi amiga sonríe de manera afable, me presenta a su jefe, el
presidente de una importante compañía de la zona. Es un hombre muy atractivo a la vez que serio,
me saluda con una suave caricia de su brazo en mi cintura y dos besos de cortesía.
Nos invita a sentarnos en su mesa, yo, insisto en recoger el
coche e irme, mi insistencia es ignorada.
Decido entrar en la conversación, ya
que aunque yo no sea una de las implicadas, conozco el tema por referencia de
mi familia.
Durante un par de horas permanezco a su lado observando su
forma de llevar a su terreno a sus rivales.
Llegado el momento,
mi amiga al verme, se decide a despedirme, la reunión ha acabado y yo deseo volver a casa y continuar mis
planes.
Le dedico una sonrisa en agradecimiento, para mi sorpresa su jefe me responde, su mirada recorre mi
cuerpo de forma descarada, haciéndome sentir deseada.
Con nerviosismo
recojo las llaves de mi amiga y me dirijo hacia su auto sin mirar atrás.
El mando no responde a mi demanda, escucho la comitiva tras de mí acercándose,
mi intención era desaparecer sin más.
-Deja que lo intente- su mano recorre mi brazo con disimulo,
dejo de respirar por un momento, recoge las llaves de mi mano, tan cerca de mí
que siento su aliento sobre mi cuello.
No articulo palabra y casi sin despedirme, giro la llave
encendiendo el motor.
De camino a casa me provoca enseñarle a jugar, es algo que me apasiona y siempre suelo ganar.
Enmanuell L 3 de Agosto de 2017