El pasillo que recorre los escasos metros que nos separan de
la habitación se hacen eternos, su mano se entrelaza con la mía guiándome tras
él. Dos chicas de la limpieza nos saludan a nuestro paso con una sonrisa.
El temblor de mi cuerpo cada vez es más evidente, frente a
la habitación, su sonrisa me da
confianza.
La puerta se abre, su mano
vuelve a rodear mi cintura invitándome a
entrar.
La habitación del hotel es perfecta, el tono
de sus paredes es cálido, mil espejos acompañan nuestro paso hacia el dormitorio. Siento su
mirada recorriéndome, consigue erizar mi
piel dejando evidente mi deseo por él, muerdo mi labio intentando retener mi deseo.
Sus pasos se detienen junto al resquicio de la puerta, lo
observo, ambos nos desprendemos de la primera prenda que nos cubre, nuestras
miradas se cruzan, me sonríe, el temblor
de mi cuerpo es tan patente, que no
consigo desabrochar mi chaqueta.
Me dejo llevar por sus manos, suaves, expertas, decididas.
Sus labios arrebatan el primero de mis suspiros.
La pasión se desborda entre los dos, por primera vez
descubrimos nuestros cuerpos, disfruto acariciando cada parte de su cuerpo al
ir desnudándolo. Nuestros labios unidos,
en una lucha permanente.
El tiempo se ha detenido, nuestros cuerpos se deslizan
recorriendo la amplia cama, sabemos lo que queremos y lo disfrutamos cada
movimiento. Nuestros cuerpos se
entienden, se desliza entre mis piernas sin dejar de besarme, su mirada se detiene, desea grabar en su
mente el placer que estoy a punto de sentir.
Mi respiración se convierten en suspiros de placer incontrolables, su miembro encaja perfectamente dentro de mí.
Durante horas el sudor de nuestros cuerpos se confunde entre
gemidos y deseos prohibidos que ambos deseamos. Risas, caricias, besos, el
descanso de dos amantes extasiados compartiendo un abrazo.
La tarde se vuelve noche, ambos necesitamos respirar aire
fresco, decidimos recorrer las empedradas calles de la ciudad que nos
acoge. Cada uno de nuestros pasos, nos guía de nuevo a la habitación donde podemos
disfrutar de nuestro deseo, la ropa quema nuestra piel desde el momento que
cruzamos el umbral de la puerta.
Sus manos erizan mi piel nuevamente, sus labios acarician
mis pechos con locura, desata en mí, la mujer que deseo ofrecerle .