martes, 25 de febrero de 2014

Un sueño hecho realidad ( octava parte )




No me atrevo  a moverme, sus palabras continúan golpeando una y otra vez en mi cabeza.
-         

        ¿Lo has pasado bien en el balcón?

Siento su mano jugar sobre mi vestido, las demás personas continúan escuchando el discurso , nadie percibe mi semblante sonrojado.

Acercándose aún más a mí, su experta mano se desliza bajo mi vestido rojo, despojándome del pequeño tanga que cubre mi sexo.
-         
      A lo largo de la noche,  sabrás cuál es el resto de tu castigo- la excitación me estremece.

La excitación e indignación que siento se debaten dentro de mí. Estoy rodeada de  personas influyentes, sin ropa interior.

Levanto la mirada, se aleja de mi acompañado de una chica muy atractiva, su mano se desliza por la cintura de la joven, él, sabiéndose observado, me mira y sonríe.

¿Celos? ¿Son celos o simplemente no comparto su juego?

El discurso ha acabado, los aplausos de los asistentes me devuelven a la realidad. Pedro me invita a compartir una copa, en uno de los elegantes divanes distribuidos estratégicamente por el gran salón. 

Acepto encantada decidiéndome por uno en concreto, en el, seré visible para mi galán.






El Cosmopolitan sacia mi sed con enorme placer, mi mirada se cruza con la suya, él bebe cava, consigue ruborizarme cuando su mano se dirige al bolsillo de su chaqueta, su pícara sonrisa me hace saber, donde se encuentra su tesoro, consiguiendo toda mi atención.

Pedro continua hablándome, creo que se ha dado cuenta  que no le presto mucha atención, busco a Ana con la mirada, ella también desea irse a casa, acercándome a mi acompañante le susurro que me acompañe a la salida, con toda la intención al ver que desde lejos me vigila, rozo con mi mano la rodilla de Pedro, la sonrisa de mi galán desaparece desaprobando mi actuación. 

Su mirada penetrante me sigue hasta la salida.

Me despido con mi acompañante amablemente prometiéndonos mutuamente volver a quedar, alguna vez, Ana se impacienta.

En el camino de vuelta a casa Ana habla y habla pufffff, intento prestarle atención, mi mente se niega.

Es de madrugada, abro la ventanilla del coche dejando que la brisa del mar alivie el calor que me invade.  Decido ir caminando a casa pidiéndole a Ana que pare, tras mucho rogarle para convencerla que lo necesito, cede a mi petición. Solo son unos metros  y me vendrá bien pensar en todo lo ocurrido.

Camino por el paseo observando las palmeras, parejas escondidas disfrutando de un amor imposible o simple deseo. No se percatan de mí, yo continúo mi paseo, un coche pasa a toda velocidad, el frenado del coche es inmediato.

Paralizada veo como la puerta del coche se abre, de el, con su traje impecable, baja mi galán, se dirige a mí con pasos largos y seguros. Me alejo de él sin mirar atrás, el tacón de mis zapatos impide que mi retirada sea rápida y me desprendo de ellos, su voz, con tono firme me llama, insiste que me detenga. Estoy demasiado ofuscada con él por despojarme de mi ropa interior y no le hago caso.

Su mano detiene mis pasos, no dice nada, su mirada enfurecida habla por él.  Me guía hasta un pequeño rompeolas, me apoya en las rocas devorando mi boca con deseo.

Mi excitación reacciona sin poder controlar mi cuerpo humedeciéndome, su rodilla entre mis piernas, se abre camino sin yo percibirlo, sus ágiles manos desabrochan los primeros botones de mi vestido dejando mis pechos descubiertos, erectos y excitados se rinden ante la destreza de su lengua.

Mis piernas tiemblan, mis gemidos comienzan a ser continuos, su boca no siente piedad de mí, es implacable, experta y lasciva sometiendo  mi cuerpo a su voluntad.

 Su mano sube por mi rodilla con firmeza, mi vestido se despedaza en sus manos, sus dedos acarician mí el centro de mi deseo con suavidad, círculos medidos en intensidad y ritmo sacuden mi clítoris haciéndome enloquecer, deseo besarle, acariciarlo, devolverle tanto placer, con su mano atrapa mis manos prohibiéndome tocarle.

Su mirada disfruta su poder sobre mí, no puedo ni quiero defenderme, él sabe cómo hacerme llegar al cielo sobre la arena de una playa.





Enmanuell L 

domingo, 23 de febrero de 2014

Un sueño hecho realidad ( séptima parte)


Catorce horas después, despierto en mi cama, abro los ojos  al tiempo que desperezo mi cuerpo. A mi lado no hay nadie ¿cómo he llegado a casa?

Mi cuerpo dolorido, a la vez que tremendamente satisfecho, se dirige al aseo. Mi aspecto es terrible, las horas pasadas junto a él han sido muy intensas, el espejo me dedica una sonrisa, tarareando una canción dejo que el agua rellene la bañera, dedicándome un tiempo indefinido a relajarme.

Tras cubrirme con mi conjunto negro de lencería, me acerco al balcón, hace días que no lo disfruto. La ciudad se ilumina, al fondo,  la gran catedral me saluda.

Deje mi móvil en casa al salir, decido revisarlo y ver si tengo algún mensaje. Más de veinte, entre ellos el de Ana, una compañera de trabajo, olvide por completo el interés que ella tenía por ver una exposición. La llamo sin dilatación, su voz no es muy amigable, a estas horas ya pensaba que acudiría sola, intento ocultar mi paradero de la noche anterior, me resulta imposible, mi cuerpo se estremece haciendo temblar mi voz, todos los momentos vividos se agolpan en mi mente.

En una hora quedamos en el portal de mi edificio, pasara a recogerme.

Cierro mi puerta asegurándome que él, no está cerca, el ascensor tarda en llegar, mi corazón se acelera, no podría ir a la exposición si se cruza en mi camino. El ascensor abre sus puertas, está impregnado de su aroma.

Ana me espera con impaciencia y yo corro a su coche, tan curiosa como siempre, me pregunta una y otra vez por la pasada noche. Esquivo  como puedo cada una de ellas consiguiendo centrar su atención en el chico que le gusta.

La exposición es muy importante y la gente influyente, no debería de haber escogido esta blusa, es un poco escotada y realmente no he pensado que sería tan concurrida.
Improvisare deslizando mi fular por mis hombros, queda coqueto.

Ana entrega las invitaciones, accedemos al gran salón de uno de las más  importantes salas.
Impresionada observo cada una de las obras, uno de los amigos de Ana nos explica los motivos que llevaron al autor a realizarlas. Con un pequeño gesto, mi amiga, me invita a dejarles solos, cosa que gustosamente hago, estoy sedienta.

El camarero ofrece unos maravillosos cosmopolitan, me dirijo hacia él cuando una palabra llama mi atención:

. ¿Gustas?


Sus grandes ojos azules podrían hacer que me perdiera en ellos, su gran sonrisa es radiante, me acerca uno de los cosmopolitan y accedo a tomarlo con él. Entre las obras de la exposición me cuenta en tono cordial su vuelta a esta ciudad, el tiempo que estuvo fuera y el motivo por el que decidió marchar.  Su relación estaba pasando un bache pasajero y ambos habían decidido darse un tiempo.

Me cede el paso a la altura de uno de los balcones, la noche en todo su esplendor nos cubre, la conversación con él es muy  fluida. Mi mirada se queda fija en el edificio donde vivo, la luz de una de las ventanas está encendida, seguro que mi galán  espera mi vuelta.

Un escalofrió me recorre, decidimos volver a entrar en el gran salón, el autor de las obras nos dedicara un pequeño discurso. Todos los invitados, acudimos al centro del salón.

El roce de un cuerpo cada vez es más cercano, me siento incomoda, me adelanto un poco, la presión es más patente, miro a mi derecha, Ana y su amigo me saludan, a mi izquierda, el chico que acabo de conocer, me sonríe.
  
Intento girarme sin conseguirlo, sobre mi cuello, la respiración segura de quien me roza, me susurra:

. -  ¿Lo has pasado bien en el balcón? Pensare cual será mi próxima jugada.


Mi respiración se entrecorta, mi galán me domina.






viernes, 21 de febrero de 2014

Cada cual, busca a su manera, la felicidad.



Cada cual, busca a su manera, la felicidad.

Para mí, este momento, es de felicidad. El día esta nublado, la brisa del mar no es cálida, el mes no lo permite.

El sonido de las olas, es el único  que tiene la valentía, de romper la calma que existe en esta pequeña cala.

He traído una pequeña silla, que me sirve de mesa para mi cuaderno, yo, prefiero fundirme con la arena.

El sol se refleja en el agua con tal intensidad que parece infinito, todo lo que veo me trasmite tranquilidad.

Cerrar los ojos, dejar que los sentidos liberen la tensa calma que está casi por estallar ¿ lo podéis imaginar?

Imaginemos una historia en este mismo lugar: una chica buscando un punto de fuerza para poder cambiar su situación actual, la pequeña cala la acoge, de pura casualidad, el destino es caprichoso y le da armas con las que  volar, unas alas prestadas, que le dieron libertad. Lo rutinario se vuelve  cada día en una historia nueva que disfrutar.

Pasado un tiempo, todo cambia sin poderlo evitar, la realidad se vuelve más cruda cuando todo se comienza a marchitar. En su pecho un hondo malestar, pensó en cosas que eras fantasías, queriendo convertirlas en realidad.

Que mala compañera la soledad, incluso rodeada de gente, de compañera la soledad.

La playa esta vacía, una pareja con su niño pasean hasta llegar a un pequeño chiringuito.

Si prestas atención,  el mar te habla, las olas repiten una y otra vez lo que no quieres escuchar, en mi caso, las lágrimas quieren unirse al mar.

¿Porque siempre me rió cuando  lo que quiero es  llorar?

Lo que hacemos en la vida se deriva de lo que vivimos, lo que nos hacen, es lo que intentamos cambiar, para dejar un camino más sereno a quien nos siguen detrás.

Influyen las personas que te aman, las que te apoyan y aconsejan, las personas que te dañan solo porque uno se deja avasallar.

Influye tu carácter, tu fuerza, la gente que vas conociendo y de la que aprendes agradeciéndoles su paso.

Influye el interior de uno mismo, estar en paz, admiro a quien puede cerrar páginas dejando palabras a medio contestar.

A medida que escribo el sonido de las olas no brama igual.

No hay motivos para buscar un culpable, cada vivencia tiene su tiempo y lugar.

Me duele pensar en las personas que he podido defraudar y tantas veces han estado junto a mí  en este mismo lugar. Me duele no ser un reflejo en el que no poderse reflejar, fallarles a ellos es como morir sin intentarse suicidar.



El tiempo ha pasado, el brillo del sol se ha deslizado de lugar, nubes de algodón comienzan a llegar.

Donde  antes hubo brillo, ahora empieza la oscuridad.


Las olas me despiden, ya es la hora de marchar

lunes, 17 de febrero de 2014

PREMIO EXCELENCIA





Una gran escritora y amiga, María del Socorro,  me ha nominado con el PREMIO EXCELENCIA, habiendo sido nominada por la calidez de sus palabras, en mariedemex.blogspot.com.

Es un premio  otorgado por un importante blog llamado Querida Kitty.

Me ha cambiado el día aportándome alegría.

Con la mayoría de mis nominados he compartido relatos, cruzado  palabras y pensamientos en muchas partes de este mundo.

Seguir  los pasos es fácil,  sé que me dejara fantásticos blogs que leo y pido disculpas.

1)      Incluir foto del premio
2)      Mencionar el blog que se lo otorga
3)      Entregar el premio a 15 blogs

Estos son mis nominados





Gracias por estar siempre cerca Maria del Socorro, mil besos.

jueves, 13 de febrero de 2014

Despedida de un galán




Viernes trece, nueve de la mañana, años después, el motor de mi coche se para.

Miro al frente, la claridad del mar es espectacular, abro la puerta del coche y sin moverme respiro con profundidad, su brisa recorre su interior acariciándome.

Cinco minutos después, decido coger mis pertenencias y bajar de el. Mi primer propósito es correr descalza por la arena, sentir como mis pies se hunden, como mis dedos se relajan a su tacto, sentir el agua dándome la bienvenida después de tanto tiempo.

Mi sonrisa es patente, disfruto la sensación que mi alma siente.
A mitad del recorrido, la pequeña cabaña de madera me detiene. Las paredes parecen desprender los restos de palabras olvidadas, esta todo tal y como lo recordaba. No quiero desviar mi atención de la playa, paso a paso, como a cámara lenta, recorro el pequeño tramo que me separa de la arena.

La mesa de siempre está vacía,  una  vaga idea ronda mi cabeza, seguro que no vendrá y eso me apena. Me sobrepongo a mí penar  respiro profundamente, más tarde pensare en ello.






Solo tres escalones, ya casi siento la arena, mi corazón palpita de ilusión.

Dos palabras me detienen en seco:

-Hola María.

Se acabó, mi corazón se ha paralizado, en este momento no se si contestar o simplemente continuar mi camino, respiro acelerada. Lo miro tras las grandes gafas, está igual que siempre.

Sus zapatos marrones, de numero grande, tan limpios como siempre, su pantalón que tan bien le queda es vaquero, de un azul tejano, el cinturón es marrón con una gran hebilla , su camisa a cuadros tan bien planchada y ajustada a su robusto cuerpo, el fular a juego con la chaqueta,. Su sonrisa no está en su cara, ¿no se alegra de verme?

Amablemente, algo normal en un caballero como él, me invita a volver a la cabaña para poder hablar y tomar un tentempié.

Su mano se desliza por mi cintura cediéndome el paso. La brisa del mar me impregna de su aroma, es tal y como lo recordaba, implacable, seductor, sensual.

Sentados uno frente a otro, en la misma mesa que años atrás fue testigo de una distinta realidad, pedimos dos infusiones.

Nos miramos sin hablar, solo contemplamos el paso del tiempo por ambos, estos años han dejado secuelas irremediables.

Es una mezcla confusa, tanto tiempo deseando que ocurriera y en esto momento, no sé qué decir. 
La camarera nos sirve las infusiones sonriéndonos, da la impresión que aún nos recuerda. Tras darles las gracias volvemos a quedarnos solos. Una forma de romper el hielo es preguntar cómo nos va la vida.

La suya ha cambiado mucho más que la mía, embelesada lo escucho tras mis gafas, sus labios humedecidos me  contrarían, esos labios que derretí con deseo y pasión, su cuello que fue mi devoción, las caricias que le dedique.

Acaba de hablar, creo que ha notado que no le he dedicado mucha atención, pregunta por mi vida, no hay nada que destacar, continúa siendo normal. ¿Para qué comentarle todo lo acontecido en los últimos meses? Puede pensar que fue por él, y aunque fuera verdad, hoy por  hoy me alegra haberlo realizado en soledad.

Él está nervioso, mi sensación es que espera reproches que no sucederán, su mano se acerca a la mía, una de mis lágrimas fugaces se ha deslizado escapándose bajo mis gafas, la suavidad de sus manos, el calor con el que me consuela, su protección hacia mí siempre estuvo presente.




Dos horas después, es la hora de despedirnos,  me acompaña al coche, durante la conversación queda clara, nuestra amistad siempre estará en la lejanía sabemos que el apoyo que un día nos demostramos, no se acabara.
Sonriendo me acompaña al coche, los dos nos hemos mantenido a una distancia prudente, para mi él es importante y a mí me respeta, ha sido mi maestro descubriéndome mil mundos nuevos.


Una pregunta me ronda y no puedo evitar saber la contestación

-¿existe una persona en tu vida?

Su mano se apoya en mi coche, presionando mi cuerpo con el suyo,:

-¿Realmente importa?

En sus palabras sé que otra persona realiza mi sueño y es mi momento para desaparecer depositando solo un beso en sus labios, esos labios que ….



miércoles, 12 de febrero de 2014

Un viaje por Europa




Las siete de la tarde, no encuentro las llaves de casa en mi bolso para abrir la puerta. Al fin, en medio de tanto lío, mi respiración comienza a agitarse. Tras cinco minutos interminables, sonrío al encontrarlas, y abro la puerta.

El largo pasillo, es testigo, de como una a una, voy despojando mi cuerpo de tan ajetreado día. La ducha es un balsámico que consigue relajarme, apoyada en el umbral de la ventana, comienzo a recordar sueños olvidados.

Años atrás, la ilusión de mi día a día, era recorrer, en una auto caravana  de lado a lado, este maravilloso país. Demasiados pequeños detalles, han ido dejando a un lado mi sueño tan preciado.

La noche es agitada, el recuerdo de mi amor no correspondido no me deja descansar.

Las cinco de la madrugada. Por mi cabeza me ronda la idea de cumplir mi sueño. Al otro lado de la línea, la chica encargada de alquilarme la auto caravana, no parece muy complacida.

Nunca he sido muy lanzada, pero ahora la monotonía, ahoga mi luz y no puedo ni quiero pensarlo.

La suave brisa del sur, agradece mi decisión, conduciré bordeando la costa, conoceré gente sencilla, reiré por pequeñas cosas, dedicaré y aprenderé momentos de mi vida conociéndome a mí misma

En el último tramo de mi viaje por España, decido incorporarme a la autopista. La música suena de forma escandalosa, me siento feliz y acompaño cada uno de los acordes que la emisora me regala. 

Por el espejo retrovisor, el reflejo de un gran camión me sobrecoge. Pasa tan cerca de mí, que solo me da tiempo a ver el color blanco de la cabina, y el rojo de su lona, adelantándome velozmente, haciéndome parar en el arcén.


Cinco kilómetros para la Junquera, aun con el susto por lo sucedido,  mi estómago ruge, demasiados días comiendo solo bollería. Los menús de los restaurantes provocan que hoy decida, saltar mi propuesto en un bufet libre. Al bajar, mi mirada se detiene en un vehículo que reconozco. 

No dejaré que mi mal humor, amargue mi noche. Tras asearme, recojo mi pelo en una coleta, y con paso decidido, me dirijo al bufet.

Carne, pescado, pasta, dulce, salado…

Mi plato rebosa tan suculenta delicia. En una mesa cercana, un chico me sonríe ofreciéndome un sitio. Los dos parecemos cansados y hambrientos, un breve gracias da paso al disfrute de nuestros platos. La mousse de limón, es mi postre favorito. Siento que alguien me mira. El chico que está sentado a mi lado, me sonríe. Se gira, y tras observarme me sonroja.

Pasamos dos largas horas intercambiando impresiones. Él ríe con mi locura, y yo con su 
 imaginación.

El último sorbo de café, nos despedimos  con una sonrisa, sigo su caminar hacia la salida con la mirada. Es un chico interesante, alto, fuerte, con una poco de entradas, gafas  y con una sonrisa ...


El cielo está nublado a  la salida del restaurante, el frío que recorren las calles me estremece. Mi caravana está situada en una de las zonas más oscuras del aparcamiento, casi oculta  por los camiones. Al acercarme a ella, me percato del camión que casi me expulsa de la calzada.

 Es el momento  de dejarle las cosas claras, la sonrisa que he descubierto al hacerme salir de la autopista, ha descontrolado mi nerviosismo.

Me acerco a la alta cabina, toco la puerta con bastante decisión, las cortinillas están cerradas, no sé si se encuentra dentro de la cabina o simplemente pasa de mí, con el paso del tiempo mis nervios dejan de estar templados.

La cabina se bambolea con delicadeza, la cortinilla comienza a deslizarse, mi respiración es serena, se lo que le voy a decir.

La gran sonrisa que tras ella aparece es una combinación entre decepción y rabia, es Hugo ( el chico del bufet)  mi ira se desata.

Mis palabras brotan en contra de su actitud, le reprocho su conducta y no darse a conocer durante la cena. Las luces de los demás camiones comienzan a encenderse, sus palabras, tranquilas, melosas y entregadas, me invitan a subir a la cabina para terminar la discusión.

Despotrico una y otra vez contra él, desahogo mi desilusión, él solo se dedica a sonreírme y escuchar, de cuando en cuando, intenta  explicarse y no le dejo opción.


La cabina es alta, se acerca a mí, mi corazón se agita con su cercanía, sus ojos color marrón, sus labios deseables, casi me hacen desistir. Siento que no puedo contra su atracción, en un momento de cordura abro la puerta, me asombro cuando me percato como he descendido los cuatro escalones hasta llegar al suelo.

Me dirijo a mi autocarabana, el nerviosismo en mi es patente, no consigo encontrar la llave para abrirla.

Escucho la puerta del camión, intento  encontrar la llave que abra la dichosa puerta, me giro, veo como Hugo baja de la cabina dirigiéndose a mí, su sonrisa suplicándome me derrite. Se dirige hacia a mí solo con el vaquero, no me había dado cuenta que solo era el pantalón lo que llevaba, su mano asegura la puerta cerrada, su aptitud no es la misma, ahora es más seguro y frió.

Intento hablar, su dedo índice me lo prohíbe, con el recorre mis labios, soy incapaz de articular palabra alguna, mi barbilla es la elegida para guiar mi cabeza, su respiración la siento cercana, su cuerpo me presiona contra la fría puerta, sus labios me besan , intento evitarlo sin conseguirlo.

Las llaves pasan a su mano, abre mi autocaravana introduciéndome en ella.



Dentro de ella, me desnuda con deseo, dejo que su pasión me desborde en el pequeño dormitorio.

Sin miedo mis manos descubren el cuerpo de ……. 






                                                                                                                                                                      

lunes, 3 de febrero de 2014

Un sueño hecho realidad ( sexta parte)





Sus brazos rodean mi cintura, mis piernas tiemblan después de la sesión de placer continua.


Su  chaqueta me cubre, sin mirarnos volvemos a recorrer el sendero de velar dirección al hotel.

Los dos nos desnudamos  mutuamente, su mano desliza mi vestido como si de un suspiro se tratara, con una suavidad extrema.

Su mirada  me quema y eriza la piel, llega a mis pechos, sonríe, mis pechos le gustan, desliza mis manos tras mi espalda, el pañuelo que antes cubría mis ojos ahora se encarga de mantenerlas atadas y unidas.

Con ambas manos masajean mis pechos,  el calor me recorre subiendo por mis piernas.
Juega con mis pezones, uno a uno los saborea dejándolos sensibles a las caricias de su lengua.

Siento sus dientes mordiéndolos firme y dulcemente a la vez.






Mi excitación es cada vez mayor, deseo acariciarlo, lo intuye y sonriéndome, mueve su cabeza negándomelo.

Sube por mi pecho y cuello absorbiendo mi aroma, su respiración en mi piel hace que me sea imposible reprimir los gemidos que intento ahogar, al sentirlos, su respiración se acelera, su mano ágil, deleita el centro de mi deseo  probándome gemidos incontrolados. Apoyada contra la pared su  boca me arrebata cada uno de ellos. El placer me  hace sucumbir al placer de su experiencia, dejando mi cuerpo llegar al éxtasis.

Mi respiración es entrecortada, de forma controlada continua quitando el vestido dejando solo las medias y mis tacones, al tiempo que sus palabras me hechizan:
-                        

                        Tranquila princesa, ni tú has terminado ni yo he empezado.

Mis  manos ahora están sobre mi cabeza, continúan unidas por el pañuelo. Siento su duro pene rondando entre mis nalgas.

Se lo que quiere y él sabe lo que yo deseo, roza mi vulva con suavidad, me roza con suavidad, casi como una tortura, hace que desee que me penetre, mis movimientos se los piden. Continua jugando, miro su cara, el deseo le descontrola, juega conmigo y su verga, su mirada relajada disfruta, sus ojos cerrados y relajados dejar que su boca demuestre su deseo.

Cuando menos lo espero, sus ojos se iluminan pareciendo fuego, su movimiento me sorprende, su virilidad me recorre sin compasión,  en lo más hondo de mi ser, siento el palpitar de su deseo, sus grandes y suaves manos sujetan mi cuerpo.

Sus embestidas son brutales, necesita verme y oírme gritar de placer o dolor, o totalmente al contrario,  sus movimientos comienzan a ser continuos y disfrutados.

Su deseo nos hace cambiar de postura una y otra vez, su pierna sobre la cama yo de rodillas, sabiéndose amo y señor de mi cuerpo, me disfruta una y otra vez. Los gritos que me provoca lo desatan como un animal. Su pasión revienta de deseo, siente mi vibración disfrutándole.

Grito, gimo, nota como me deshago, me embiste como un animal, mi cuello es el centro de su ataque , deposita en el todo el placer que siente.

Me arqueo, disfruto con sus embestidas, miro sus ojos suplicándole más, lo deseo   y lo sabe .





sábado, 1 de febrero de 2014

Diferentes formas de ver la justicia




Cuando nos cruzamos por la calle con las personas, tenemos dos opciones, bajar la vista  o mirarlas a los ojos.

Cuando escogemos  la segunda opción, podemos hacernos una idea de sus emociones. Os relato la situación de la que he sido testigo.

Las vi entrar por la puerta, los nervios se intuían en sus miradas, la madre, con sonrisa y bromas, intentaba hacer sonreír a la niña. Comenzaron a relatar su peregrinaje.

La convicción las había llevado a dar el paso, debían poner fin a tal acoso, decidiendo pedir ayuda.

Tras esperar 5 minutos a su llegada, la puerta del sargento se abre, ataviado con su uniforme, las recibió. Su mirada helada tras saber el motivo de la consulta, petrificó a la niña. Escucha durante un corto periodo de tiempo la incertidumbre que ambas sufren.

El silencio es sepulcral, la perplejidad  de ambas al escuchar la opinión de tal ‘persona’, las hiere ante la poca ayuda  que estaban recibiendo.



Desoladas, ambas mujeres, recogen sus lágrimas en pañuelos, la impotencia las supera, quién debía darle ayuda, acaba de abandonarlas a su suerte haciéndolas culpables.

Toman una  infusión, relajarse las hace recapacitar, su última oportunidad de ayuda se encuentra en el centro de la mujer.

El pasillo es de un gris frío, el temor es palpable, al cruzar una gran puerta de cristal, el sol vuelve a brillar.

La chica que las recibe, es rubia, de melena larga, una tez cálida se les hace familiar al notar su dolor. Sin más dilatación, la deriva a quién mejor las puede ayudar.

El despacho en el que entran es amplio, de paredes sombrías, ni un ápice de color en ellas. La madre se desmorona, las lágrimas recorren sus mejillas explicando los hechos. La niña afligida, intenta consolar a su madre, un momento de imprudencia, las somete a ambas a una gran prueba.

Tras contarle el altercado con el sargento, los ojos de la persona que las atiende, se inundan  de un brillo desconsolador.

No consigue articular palabra, teclea una serie de números indefinidos. Al otro lado del teléfono, la persona  detecta el acoso al que la menor está siendo sometida,  le tiende la mano, tranquilizándolas y citándolas al siguiente día.

La menor acude durante algunas horas a su centro de estudios, su madre la recoge en la puerta a la hora adecuada. La música al más alto volumen, les hace el camino muy breve.

El edificio es frío, desconsolador, tenue, con poca luz. Las dos suben uno a uno los peldaños que las separan de su ansiada ayuda. Al entrar escuchan a dos ancianas intentando cubrir sus horas vacías. La agradable sonrisa de la recepcionista, las tranquiliza. Veinte minutos después, las llaman a un apartado habitáculo. La niña, relata todo lo sucedido, dos meses de intenso acoso a la que ha sido sometida. Las lágrimas dejan paso a las sonrisas. Por fin alguien que siente  empatía. La abogada se involucra con la más tibia de sus facetas, informándoles de los daños que puede sufrir la niña si no se pone freno. Tras escucharla y marcar el número de un suboficial, la niña y su madre, son remitidas al poder judicial.

El mar las acoge. La sintonía de la emisora difunde ‘Bandera al viento- Juan Magan’.

El edifico es antiguo, desmerecido y poco habilitado para la cantidad de grandes personas habitan en él.

Dos minutos, es el tiempo que el oficial les da.  La puerta se abre las dos mujeres desaparecen tras ella.







   Enmanuell L 2 de Febrero de 2014